El perfil pedagógico paradigmático de Sócrates se debe ajustar al actual sistema educativo de los colombianos con el propósito de reorientar el rumbo de la nueva generación que reclama la patria.

Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

La presentación del perfil pedagógico o paradigmático de Sócrates, hoy más que nunca debe orientarse al menos a la siguiente aproximación crítica:

  • Impulsor de la educación moral. Rechaza el utilitarismo sofista y se orienta a la verdad y a la virtud.  La educación para Sócrates es camino de purificación anímica.  Vive filosofando y se entrega a su misión magisterial, aunque por ello sea condenado a muerte.
  • Modelo de racionalidad que anima a transitar de la sombra a la luz, de la espontaneidad y los instintos al orden y la cultura. En Sócrates, la razón, el logos, es llave que abre las puertas a una vida digna, honrada y justa.
  • Educación a través del diálogo. La dialéctica oral alcanza en Sócrates su cumbre.  A través de conversaciones constituidas de preguntas y respuestas breves desenmascara la falsa sabiduría y ayuda a engendrar buenos pensamientos.

La dialéctica Socrática, opuesta a la retórica sofista, se apoya en la ironía por la que el mismo Sócrates se presenta como ignorante, y se encamina a que sus discípulos alumbren la verdad hasta entonces latente.  Es, por tanto, una mayéutica, el arte de la partera, la profesión de su madre.

  • Coherencia personal. En el Sócrates platónico encontramos un hombre que vive como piensa, un maestro que practica cuanto dice.  Acaso el secreto más profundo de su magisterio resida precisamente en la armonía entre predica y obra.

No es éste el momento de describir minuciosamente la personalidad y la biografía de Sócrates, sobre las que se pueden consultar diversos estudios para el mejoramiento de la calidad de la educación en Colombia.  Tampoco es el objetivo principal de estas líneas una restauración oficial del filósofo educador que se plasme en códigos o juramentos tan solemnes como poco respetados.  Aun siendo importante el reconocimiento público del sabio irónico, preguntón, conversador, alumbrador y cercano, tiene mayor trascendencia su ubicación en el fuero interno de cada maestro de escuela, educador de la calle, maestro de enseñanza secundaria o universitaria etc.

El socratismo educativo, del que se ha ofrecido un bosquejo, desde tiempos pretéritos, debe llevase al pueblo y a la ciudad, es decir, a todos los rincones de la patria colombiana.  Este compromiso ha de advertirse en la sencillez, la cordialidad, el hábito de reflexionar e indagar, la disposición al diálogo y la prosecución de la verdad.  Una actividad docente realizada con estas señas penetra y germina hasta en los terrenos más escabrosos de la patria.  En todos los niveles urge sustituir la enseñanza aséptica por la educación viva, la instrucción que domeña por la formación que enaltece.  Ésta es la genuina reforma que se precisa en la educación colombiana y que, sin embargo, permanece aletargada.  Mientras no se agite la conciencia personal del educador en su afán por alumbrar a quien lo necesite las sombras seguirán su avance.  Más que sermones y mediciones, lo que el niño y el joven demandan es acompañamiento, mano amiga, ciencia y paciencia, empatía y respeto en grado sumo.

Uno de los grandes problemas de la educación en Colombia es que algunos la administran sin tenerla.  Desde la escuela más humilde del campo y de la aldea al aula universitaria de mayor prestigio se ha dar ejemplo, la lección de más honda huella que debe dar un verdadero maestro.  Si se aspira a irradiar verdad y bonhomonía es menester que se posean previamente.  Saque, pues, de sí el maestro lo mejor que tenga y bríndelo con entusiasmo a sus alumnos.  Mas para que no suceda como al maestro Ciruela, que sin saber leer ni escribir abrió una escuela, el verdadero educador debe amalgamar en fecunda fórmula conocimientos actualizados, disposición amistosa y vigor anímico.  Y así como se le pide, también se la ha de dar.  Primero, sólida preparación ética y técnica en los centros educativos en que se fragua el profesorado y cuando salga de ellos y ejerza la profesión digno reconocimiento a la labor realizada.

La educación en Colombia no se puede sustentar en el adoctrinamiento irresponsable e inmoral en que la han querido orientar pseudoeducadores de oficio, que no son representantes de la digna y sagrada labor de educar.

 

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                  Medellín, julio 5 de 2022