Por: Balmore González Mira
Definitivamente ya es imposible dar vuelta atrás, definitivamente ya se acabó el tiempo y muchos alcaldes han cumplido con sus compromisos de campaña y con sus planes de desarrollo; pero también es valido afirmar que muchos de los gobernantes actuales pasaron más con pena que gloria por sus cargos durante estos 4 años de mandato. Satisfacciones de un lado y frustraciones de otro, ese es el real y variopinto escenario de la región y del departamento.
¿Qué viene ahora? Un proceso electoral que debería decantarse por los mejores y sobre todo por los candidatos más serios y de propuestas reales y realizables, no por la tendencia de la promesa y la compra de votos para con ello poder avanzar en lo que necesita realmente el Occidente, Urabá y Antioquia a partir del primero de enero de 2024.
Necesitamos un liderazgo muy fuerte y con conocimiento pleno de la región por parte de un gobernador que realmente lo sea, para que se convierta en el faro del desarrollo de nuestro territorio, que escuche y acompañe a los alcaldes en los proyectos regionales, que atienda los requerimientos de sus comunidades y que se dedique realmente a gobernar. Que podamos terminar las obras que llevamos dos décadas construyendo y esperando, que se cumplan estos sueños y que no se conviertan en la frustración de estas y las próximas generaciones.
Necesitamos de unos líderes regionales trabajando unidos por los propósitos superiores, sin egoísmos y sin pensar en individualidades para que sean el territorio y sus gentes los más favorecidos. Necesitamos que se depongan los odios, las persecuciones y las denuncias temerarias; que la envidia y los ataques personales no sean el pan nuestro de cada día y que podamos hacer de Antioquia el territorio más grande y pujante que hemos conocido.
Necesitamos unos nuevos alcaldes comprometidos con el desarrollo de sus municipios y regiones, que no sea la pasarela de la palabrería sino el inventario de las realizaciones las que cuenten. Los occidentales y todos los antioqueños tenemos una responsabilidad grande, histórica, única e irrepetible de trazar el rumbo que queremos para la región más prometedora de Colombia y América si queremos construir un futuro con visión y desarrollo del que no queramos arrepentirnos nuevamente, cómo nos sucede a veces en elección tras elección.
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