Por: Briseida Sánchez Castaño.

Tengo veinte tres años, vivo en un inquilinato donde hay doce piezas, ubicado en los morros de la ciudad, pago ciento cincuenta mil pesos de arriendo mensuales por una pieza donde me caben lo único que poseo,  una cama y una bicicleta muy vieja que me la encontré hace muchos años por ahí mal parqueada sin dueño aparente, ese hallazgo me cambió la vida, son las cinco de la mañana,  me levanto temprano porque soy repartidor de arepas de una tienda grande de  los barrios de abajo, me pagan diario siete mil pesos, recojo al final del mes doscientos diez mil pesos, después de pagar el arriendo me quedan sesenta mil para comer y para reparaciones de la bicicleta cuando se me pincha y para engrasar la cadena,  ya sé que para no descuadrarme, no me puedo gastar más de dos mil pesos diarios,  a veces me doy mis gusticos y no me aguanto y me pueden más el olor a sudado  y  me como un corrientazo en el almorzadero de doña Leo que vale tres mil quinientos,  ese día que como por fuera me descuadro en dos días,  siempre me  arrepiento, pero me gana el olor a comida fresca, la mayoría de veces evito pasar por allí,    ya sé que cuando lo hago todo el mes se me desbarajusta,  voy hacia el baño, encuentro una fila de seis en espera para bañarse, todos los inquilinos compartimos un solo baño y aunque le hemos reprochado a doña Francisca para que haga otro, no lo ha hecho, voy a la cocina compartida, hago agua café y como con una arepa de las que vendo, nadie dentro del inquilinato usa tapabocas,  vinieron de la Seccional  a tomarnos la muestra para confirmar un brote en la residencia  de la gripa tan fuerte que está dando ahora, el coronavirus, hoy nos han dicho que once somos positivos, incluido yo, lo único que  siento es un poco de rasquiña en la garganta, todos aquí estamos chupando limón que fue lo que nos recomendó uno de los inquilinos y los bajamos del árbol del patio, para entregar las arepas me pongo la única mascarilla de tela que tengo, la compré en un “agáchese” por dos mil pesos, a pesar de las recomendaciones de las enfermeras que vinieron, nunca la he podido lavar porque para entregar las arepas me la debo poner todos los días, la enfermera que ha venido nos ha recomendado que no salgamos durante catorce días, es una cosa imposible, todos aquí vivimos del rebusque diario, la mayoría son venteros ambulantes, yo soy el único que duerme en un catre, los demás duermen en colchoneta, soy el único que tiene bicicleta, a Francisca, la dueña del inquilinato se la han llevado para el hospital porque se puso muy malita, la gripa le pegó muy duro, dicen que es porque fumaba mucho, los demás se van desde por la mañana con sus ventas y no regresan sino hasta por la noche, todos salimos a tomar la fresca en el andén del inquilinato, comentamos cómo estuvo el día, a mi es el que mejor me va porque soy el único con trabajo fijo, los demás a veces hacen entre tres mil y cuatro mil pesos diarios y siempre están colgados con el arriendo, este año ha sido el más duro para trabajar por la gripa del coronavirus,  a mí la plata que me gano no me alcanza sino para dos golpes, al desayuno agua café con arepa, y por la noche me preparo un arroz y lo acompaño a veces con quinientos pesos de salchichón y otras veces con un huevo, cuando estoy descuadrado, solo el arroz. Vivir no me parece ni alegre ni triste, solo creo que hay que vivir la vida, uno ya no se puede negar a vivirla una vez que nace, claro que yo habría preferido no nacer, al fin y al cabo no nacer tampoco es ni alegre ni triste,  porque en el estado de no nacido, no pasa tampoco nada, pero lo bueno es que si uno no nace a uno no le da hambre, ni se cansa tanto cada día buscando la comida, mi aspiración en la vida es tener una ventajita de siquiera una semana y así saber que me puedo relajar de tanto en tanto y que un día si amanezco con pereza o si llueve muy duro me puedo quedar en la cama y vivir de la ventaja, pero nunca he podido tener una ventaja ni si quiera de un día, porque a veces voy muy cuadrado con el gasto de los dos mil pesos diarios y fijo pasa algo con la bicicleta y termino antes más alcanzado,  me preocupa el futuro cuando ya no pueda montar bicicleta, ni repartir arepas, toda mi familia es igual de pobre a mí y otros más pobres todavía, algunas veces sueño con que no me vuelvo a parar de la cama y me dejo morir de hambre, pero esto solo es un sueño, el objetivo de la vida de uno es ganarle a la vida y no dejarse morir de hambre, el otro día me conseguí una novia y aunque era más pobre que yo y tenía que compartir con ella los dos mil pesos diarios, me gustaba llegar a la pieza y encontrarla, el hambre en compañía de un amor no da tan duro, pero eso es solo al principio, después ya vienen los problemas y los reclamos, ella se fue con otro muchacho que le prometió el oro y el moro, le prometía las tres comidas, yo he pensado en cómo salir de esta situación de pobreza, pero sinceramente no veo como, siento que estoy en manos del resto de la humanidad, si la humanidad no me da una mano, creo que llegaré así a viejo y mi vida no tendrá ninguna trascendencia.