Por: Misael Cadavid MD

Posiblemente me caerán rayos y centellas por atreverme a decir lo que muchos callan y si existiera el Santo tribunal de la inquisición sin lugar a dudas me llevaría a él, acusado de herejía médica y de traición a la profesión y es que no pretendo mancillar la más noble de las profesiones, la medicina, esa que sin lugar a dudas amamos, respetamos y la llevamos como una impronta de apostolado.

Y es que hemos creado una sociedad hipocondríaca, sobre diagnosticada e hipermegamedicada.

Habitualmente los médicos jugamos a ser Dioses y pactar con la muerte un “un duelo a muerte” en donde siempre queremos ser ganadores , no es ni más ni menos , lo que llamamos distanasia: encarnizamiento, obstinación o ensañamiento terapéutico , es el empleo de todos los medios posibles, sean proporcionados o no, para prolongar artificialmente la vida y por tanto retrasar el vuelo de no regreso, la muerte , en pacientes con pronta extinción de la vida natural, a pesar de que no haya esperanza alguna de curación. Los médicos no debemos estar de espaldas a la muerte, reconciliémonos con ella.

Con el advenimiento de tecnología de detección avanzada, se encuentran enfermedades que en realidad no son tales. No hay síntomas, el paciente está bien, va a una simple revisión y, con el nuevo superescáner de última generación, encuentran un cáncer de dos milímetros en el tiroides, en la próstata o en el páncreas. El médico te dice: “Hemos visto un cáncer de dos milímetros”. Y tú crees ser un enfermo de cáncer, y te tratan como tal, aunque en realidad no te pasa nada.

Y es que en realidad un cáncer de esas dimensiones puede no dar síntomas nunca. Pero una vez que estás sobrediagnosticado, caes en un círculo vicioso de revisiones que te harán dependiente del hospital, además del estrés, el miedo y la ansiedad. Y eso, en caso de que el médico no quiera dar quimio, radio o incluso programar cirugía, siempre con la mejor intención, desatando una carnicería innecesaria. Pues bien, esa carnicería no la provocó el cáncer sino su diagnóstico. De este modo es como la tecnología de detección precoz se convierte en un problema grave para la salud.

Y es que en autopsias que se realizan con fines académicos o epidemiológicos, hay suficiente casuística que indica que cuando alguien se muere por cualquier causa, de vejez, por ejemplo, es muy frecuente encontrar cáncer de tiroides en el cadáver. El 20% de pacientes que mueren de lo que sea lo tiene. Si se compra esta máquina tan fantástica que detecta tumores de menos de dos milímetros, se puede acabar extirpándole el tiroides al 20% de la población por nada. En Corea del Sur, un país absolutamente esclavo de la tecnología, es justo lo que pasó. Fue una masacre. Miles de tiroides extirpados por cánceres inofensivos que jamás hubieran dado síntomas. Otro ejemplo: el 80% de los varones tiene cáncer en la próstata al morir. Ha muerto de otra cosa, por ejemplo, de un infarto, pero tenía ese cáncer no se sabe desde cuándo, sin que nadie lo viera y sin dar síntomas. Para la vida del paciente, lo mejor es que no se lo detecten.

El siglo 20 y 21 han sido muy potentes en el progreso tecnológico de la medicina, pero ahora los beneficios de las novedades son muy pequeños y el costo de esta tecnología es enorme. Por ejemplo, muchas intervenciones quirúrgicas han triplicado su duración respecto a las de los años noventa, por robotizarse. Por tanto, el número de quirófanos necesarios aumenta. El robot hace la cirugía mucho más complicada, mucho más cara, mucho más prolongada, y los resultados no son mejores que sin robot. Pero los industriales quieren vender sus inventos, los políticos, los ciudadanos y los médicos nos dejamos deslumbrar. Así es el adoctrinamiento a los que nos está sometiendo la industria.

El gran problema del sistema de salud en Colombia y en general a nivel mundial es el incremento de los costos: el costo aumenta cada año, en gran parte porque se compran productos innecesarios, se hacen exámenes de laboratorio y de radiología innecesarios y se hacen tratamientos innecesarios, pero glamurosos y que facturan mucho. Si se va generando necesidades siempre va a haber más demanda y para eso los médicos nos estamos volviendo en expertos o mejor ¡magos!

Nos debemos poner límites .Y replantearnos nuestra relación con la muerte. Los médicos vivimos de espaldas a la muerte. Somos poco compasivos y siempre tiramos para adelante. Siempre hay otro medicamento, otro instrumento, otro examen etcétera. Esperamos que inventen algo, y es irracional. El híperadoctrinamiento nos exige vivir de espaldas a la muerte. Para los oncólogos la muerte no existe. Para ellos, hay un fármaco, un TAC y un tumor. Y con eso van jugando hasta que la cosa explota. Si nos reconciliáramos seriamente con la muerte, pondríamos el sistema de salud al servicio de la vida, no de la muerte. Y es que no se puede decir que un paciente de ochenta y tantos años no debe ingresar nunca en la UCI, porque sería un gran adefesio.  Y es que sabemos  que un enfermo de 85 años que pasa una semana en la UCI tiene un 70% de posibilidades de morirse en el hospital, y otro 30% de morirse durante el año siguiente. El margen costo-efectivo del tratamiento es nulo. Pero, como el sistema de salud paga, pues es obvio: facturemos. Así entreguemos el paciente a la funeraria.

No queremos morirnos, ni tampoco queremos tener dolor, ni tristeza. Entonces se medicalizan la muerte, el dolor, la ansiedad, el sueño, el hambre, el apetito, el estrés , el duelo, la  tristeza, el sexo, la nutrición, la menstruación, la menopausia, la fealdad, la vejez y hasta la estupidez… Todo lo humano es susceptible de tratamiento, y la industria amplía su mercado.

Y sale ganando la industria, no las personas. ¿Qué pasa cuando bajan el límite aceptable de colesterol, de azúcar en la sangre, o cuando cada vez los protocolos bajan las cifras de presión arterial para clasificarte como hipertenso? Que tienen millones de enfermos que necesitarán millones de dosis de medicación. Por no hablar de esa otra cosa que hacen, que es inventar enfermedades. La industria aprieta mucho porque sabe que o bien el medicamento va a acabar produciendo efectos secundarios  graves, o no es tan efectivo como se vende, o bien va a salir un competidor. ¿Cómo consigue la industria farmacéutica someter al uso indiscriminado de medicamentos? Haciendo propaganda, y convenciendo a médicos, a veces con métodos poco honestos, entregando a los médicos dádivas y prebendas: cobran directamente de la industria farmacéutica, o a través de ensayos, o en especies, o a través de congresos. En varias especialidades médicas esto es muy normal, convirtiéndose en prácticas corruptas de la medicina.

La medicina avanza tanto que pronto estaremos todos enfermos.

3 Comentarios

  1. Este articulo del Dr Cadavid es igual al publicado en enero de este año de una entrevista a un prestigioso medico español Dr Antonio Sitges-Serra con motivo del lanzamiento de su libro “SI PUEDE NO VAYA AL MEDICO” y de la inauguración de un muy moderno aparato de imágenes diagnosticas donado a una institución española.

  2. Si va a ir al Médico piénselo dos veces. Felicito al Dr. Misael Cadavid por tener la valentía de publicar sus crudos pensamientos (que comparto totalmente), frente a una realidad que la mayoría de nosotros sentimos pero que nunca nos atreveríamos a manifestar. Este artículo es muestra de lo profesional y humano que es usted.

  3. Excelente artículo el del doctor Misael Cadavid! Había que decirlo…y se dijo.

Comments are closed.