“…lo primero y mínimo que se debe hacer es permitir y ayudar para que al gobierno, elegido popularmente, le vaya bien”.

EDITORIAL

En materia política, a Colombia se le ha ido la mano en democracia y libertad de prensa, hasta el punto de llevarnos a tocar la raya de la estupidez. Tanta democracia que el país se halla dividida en más de 13 agrupaciones políticas que solo se unen, por intereses burocráticos y politiqueros, cuando nada hay por hacer: en las segundas vueltas. Momento en que los acuerdos se hacen con babas. Y por eso, también, es que los candidatos pueden llegar a la Presidencia con mucho menos y muy lejos del 50 % de los ciudadanos colombianos que podían votar, con poco menos del 50 % de los que votaron y con un poquitico más del 50 % de los votos válidos reales. Y, a las 7 de la noche del día de las elecciones, a las uniones de segunda vuelta se les secan las babas y regresan a sus trece ranchos, cargados de indiferencia, desengaño y oposición para el nuevo Gobierno. Nadie, de los perdedores, parecemos reconocer el triunfo electoral, si no gana el nuestro. Además, los presidentes de Colombia están llegando, ligeramente, empujados por las gabelas aritméticas de  la Ley electoral, pero solos y sin una legitimidad que acompañe y armonice una forma fácil para gobernar.

Y es que, si la Ley electoral continúa sin cambios de fondo, a la segunda vuelta seguirán llegando dos finalistas saturados de cuestionamientos espontáneos, improbados o mentirosos, de cada polo contrario, que confunden al elector, debiendo escoger al final “a ciegas” entre “el malo y el menos malo”. Para consuelo de tontos, en todas  las últimas elecciones ha ganado “el menos malo”. Así subió Uribe, y no Carlos Gaviria; Santos, y no Óscar Zuluaga; Santos, de nuevo, y no Gustavo Petro; Duque, y no Gustavo Petro; y, el último, Petro, quien subió de categoría a “menos malo”, y no Rodolfo Hernández”.

Ocurre también, que a quienes perdemos se nos olvida que nuestro  candidato fue derrotado por el pueblo votante, como “el malo” (el que no ganó), y así, una vez pasan las elecciones, lo único que progresa en el país es una oposición de locos que no sabemos qué queremos ni para dónde vamos (incluyendo la oposición que tuvo Petro durante más de 20 años), cuyo único propósito es hacer todo lo posible para que en el gobierno de turno nada funcione. De esa forma, sin más vueltas que puedan herir susceptibilidades, lo que la oposición hace es demostrar que, realmente, el candidato perdedor no era “el malo”, sino “el más malo”.

Si la oposición logra que al gobierno le vaya mal, lo que realmente habrán logrado los opositores es que al país le vaya mal. Si realmente hay deseos que a Colombia le vaya bien, lo primero y mínimo que se debe hacer es permitir y ayudar para que al gobierno, elegido popularmente, le vaya bien.

En momentos políticos internacionales tan críticos, una oposición estúpida y sin metas de conveniencia real al país, lo que hace es encaminar al país a dos precipicios indeseables. Primero, llevarnos a un conflicto interno de fanatismos, paros, protestas, violencia y zozobra permanente entre gobiernistas y opositores. Segundo, llevarnos a promover un fortalecimiento guerrero del gobierno a través de odiosas alianzas internacionales del mismo género político, llevando a Colombia a caminos sin retorno similares al que hoy recorren Cuba, Venezuela, y otros países latinoamericanos.

El gobierno actual, de un género totalmente opuesto al de su oposición, de hecho ha invitado a participar a dignatarios de gobiernos anteriores y miembros o recomendados de todos los partidos políticos del país. En medio de todo, es un privilegio para la oposición. Ese solo gesto diferencia a Petro de los presidentes revolucionarios de países vecinos. Si en segunda vuelta Petro llegó como “el menos malo”, es porque en el sistema tradicional de Colombia (hoy oposición) algo de mucho fondo estaba funcionando mal y durante décadas de años. Estamos a tiempo de las continuas invitaciones del gobierno actual, para participar propositivamente y emprender iniciativas que ayuden a subsanar esa falencia que nos cogió ventaja. La única forma de saber si esa invitación pública es bien intencionada, es probando. Aún quedan muchas instituciones fuertes que soportan nuestro sistema democrático. Más tarde, será muy tarde.

 

Damos crédito a la imagen de presentación tomada de la página web:https://www.google.com/search?q=abrazo+de+petro+y+rodolfo&rlz=1C1UUXU_esCO949CO949&oq=abrazo+de+petro+y+rodolfo&aqs=chrome..69i57.11072j1j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8#imgrc=QzFl9FrgSrw3mM