La responsabilidad de un gobernante no consiste en lo que en él o ella vemos, sino en la clase de persona que genuinamente es.

Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Responsabilidad significa capacidad de responder, de dar cuenta de nuestros actos.  La conducta irresponsable es conducta inmadura.  Asumir una responsabilidad -ser responsable- es inicio de madurez cuando procuramos ayudar a nuestros coterráneos a ser personas responsables, los ayudamos a alcanzar madurez.  La responsabilidad, para ser responsable, se debe limitar a los objetos que están dentro del poder de la parte responsable, y para ser efectiva debe relacionarse con operaciones de ese poder.  Las personas que no han alcanzado la madurez aun no son plenamente dueñas ni confiables en el ejercicio del poder.

Es una perogrullada afirmar que todo lo que se ha hecho en la historia de Colombia es obra de alguien; alguna persona ha ejercido algún poder para hacerlo.  Nuestra parte de responsabilidad por lo que hacemos individualmente o en concierto con los demás varía con las estructuras sociales, económicas, culturales y políticas dentro de las que obramos, pero en general aumenta con la madurez.  Fue un Adán inmaduro el que culpó a Eva al descubrir que había comido el fruto prohibido en el Jardín del Edén, y fue una Eva inmadura quien a la vez culpó a la seductora serpiente: “!Ella me insto a hacerlo!”  Esta frase refleja un drama arquetípico que se representa en cada generación, cuando los hermanos y compañeros de juegos deben responder por sus travesuras.

Pero no termina allí.  Esta inmadurez también se prolonga inadvertidamente entre los gobernantes.  Casi todos tienen excusas cuando las cosas salen mal.  Entre los políticos, es común utilizar formas impersonales para evitar la culpa: “Se cometieron errores”.  Pero nadie se desvive por asumir la responsabilidad, aunque no escasean las personas dispuestas a llevarse los laureles por un proyecto exitoso o que anduvo bien; una conocida máxima, sin embargo, recuerda a las personas que ejercen la función pública que: “se puede hacer mucho bien si no importa quien cosecha la gloria”. 

En definitiva, somos responsables por la clase de personas que hemos hecho de nosotros mismos.  “Es mi modo de ser” no es excusa para una conducta desconsiderada o ruin.  Ni siquiera es una descripción atinada, pues nunca somos así inevitablemente.  Como señalaba Aristóteles, llegamos a ser lo que somos como personas mediante las decisiones que tomamos.  Los grandes maestros señalan que “el argumento más excelente y central del existencialismo es la aceptación de responsabilidad por ser lo que hemos hecho de nosotros mismos, el rechazo de las excusas falsas”.

Los predecesores del existencialismo en el siglo XIX, deploraban el efecto nocivo de las multitudes y las pandillas en nuestro sentido de la responsabilidad.  Una multitud desde mi punto de vista, es de por sí inauténtica, dado que vuelve al individuo impenitente e irresponsable, o al menos reduce al mínimo su sentido de la responsabilidad.  En sus Confesiones, San Agustín hizo de esta disminución de la responsabilidad ante la presión de los pares un rasgo central de su meditación sobre el vandalismo de su juventud, “todo porque nos avergonzamos de abstenernos cuando otros nos incitan a participar irracionalmente”.  Pero insistía tanto como Aristóteles y los existencialistas en reconocer la responsabilidad personal por lo que había hecho.  Un sentido débil de la responsabilidad no debilita, en un gobernante, el hecho de la responsabilidad social.

Los gobernantes responsables con la sociedad son personas maduras que se hacen cargo de sí mismas y su conducta que son dueños de sus actos y dan cuenta de ellos, responden por ellos ante el pueblo que los elige.  Para fomentar la madurez y la responsabilidad en nuestros compatriotas, debemos valernos de los mismos recursos que utilizamos para cultivar otras características deseables: La práctica y el ejemplo.  Las tareas como servidores públicos, las tareas académicas y otras actividades de orden político y social contribuyen a la maduración si el ejemplo y las expectativas de los gobernantes son claros, coherentes y acordes con las aptitudes y actitudes que el gobernante está desarrollando, en el gran propósito de cumplir su responsabilidad social ante el pueblo que le ha confiado su mandato.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                    Medellín, abril 2 de 2023