Por: Balmore González Mira
A veces, muchas veces, conservamos una división geográfica que nos enseñaron en la cartografía académica o lo que es peor, unos límites mentales que no nos permiten visualizar el mundo global que hoy nos regenta. Por ello el título de este escrito me lleva a pensar que el Occidente antioqueño no empieza en Ebéjico o en el puente amarillo o del virrey en Santafe de Antioquia y se acaba en Dabeiba o en Peque o en Abriaquí; este territorio comienza donde cada uno queramos que empiece y termina hasta donde llegue el mar de Urabá. Esta metáfora que bien podría valer para explicar la dimensión de lo que podemos ser y no somos, tiene el alcance de lo universal que puede ser nuestro territorio, pues el mar está abierto al mundo y solo tiene los límites marítimos marcados por las legislaciones del derecho internacional, pero es un paisaje sin fronteras. Un horizonte sin barreras.
Eso quiero decir del occidente antioqueño, podemos llegar hasta donde queramos llegar, a conquistar el mundo si queremos, a colonizar Europa para devolverles el favor de hace más de 500 años y a llegar a Asia, Oceanía y hasta la misma África si nos lo propusiéramos.
Pero si el mar nos lleva al mundo, las vías nos llevan a nuestros propios destinos, por ello hay que tener las mejores para llegar al mar. Las vías inspiradas en esa mente superior de Álvaro Uribe que propuso hacer las vías en dimensiones de las 4G con dobles calzadas, pero ya sabe la región que pasó cuando la sabia inteligencia de unos magistrados le tumbó a ISA lo que pudo haber sido el mayor desarrollo vial de este país y de Latinoamérica. Sin embargo, hoy seguimos construyendo ese sueño, a través de túneles y viaductos que nos están acercando el mar con la montaña, por eso hoy cuando Occidente está cada día más cerca de Urabá, tenemos que decir con toda claridad que Occidente termina donde acaba el mar de Urabá. ¡Occidente, tierra prodigiosa!
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