Por: Balmore González Mira

En el ejercicio administrativo se encuentra todo tipo de satisfacciones y también de dificultades, tanto en China, Estados Unidos, como en Colombia.  En ese camino se encuentran grandes y maravillosos amigos que nadie quiere tener.

Las basuras y qué hacer con ellas y cómo reducirlas y tratarlas es una de aquellas cotidianas. Esta dificultad para los gobernantes locales que además tienen obligación por ley de asumir su competencia viene creciendo como la nieve en los municipios que no tienen recursos presupuestales para construir rellenos sanitarios o parques de aprovechamiento de residuos de manera individual y que debería definirse rápidamente con soluciones regionales, lo cual se podría mitigar un poco con una buena  educación ambiental desde los hogares y las escuelas para enseñar a los niños temas como el uso sostenible, el buen uso, el reuso y la economía circular, para crear una conciencia colectiva que empiece a ayudar efectivamente en esta problemática y que en dos décadas tengamos unas nuevas generaciones educadas completamente en lo ambiental. Los rellenos sanitarios o parques ambientales son unos amigos que nadie quiere tener de vecinos o que se los construyan a su lado.

Otro gran amigo de las comunidades y del medio ambiente, muy rechazado por las mismas como vecinos, son las famosas  Ptar, las Plantas de tratamiento de aguas residuales, tanto domésticas, como industriales y si van con lagunas de oxidación, la resistencia a ser construidas en el vecindario son aún más férreas. Estas razones de odiar como vecinos a estos buenos amigos del medio ambiente, sin duda en parte son la consecuencia de que estos instrumentos hayan sido mal utilizados, mal operados y con poco cumplimiento de la normatividad de cómo debe ser su vida útil y su cierre y clausura final.

Dejando de lado el saneamiento básico que genera olores y contaminación por lixiviados en el primer caso y muchos olores y vectores también en el segundo, pasamos a un tercer amigo que también es mirado como un mal vecino, y es el caso de las cárceles, dónde nadie quiere que se les construya cerca de sus propiedades o incluso en sus municipios, cosa extraña, pero cuando se tiene un familiar o amigo detenido, todos quisieran tener una cárcel lo más cerca posible para poder visitarlo. La construcción de una cárcel cerca a nuestras casas puede generar unas oportunidades comerciales inmensas, tanto para transporte, vigilancia, alimentación y alojamiento, que nadie calcula lo importante que podría ser para mover la economía local de dónde esté el centro penitenciario.

De otro lado, en cualquier país civilizado del mundo, tener los  batallones y los  comandos de policía cerca a las propiedades y residencias valora en alto porcentaje su avalúo, raramente en Colombia nos quejamos de la inseguridad, pedimos refuerzos y más unidades, pero tampoco queremos que a nuestro lado se construyan las fortalezas dónde ellos deben protegerse y  protegernos.

Finalmente y sin comentarios dejo mi columna de opinión con las iglesias,  los cementerios y anfiteatros para solo enumerar los más renombrados amigos que nadie quiere tener cerca.

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3 Comentarios

  1. Excelente columna de Balmore, pues es curiosa la alergia colectiva frente a estas obras tan benéficas y necesarias para nuestra sociedad, tal vez, por la explicación a la que alude el columnista, su mal manejo técnico, administrativo y cierta cicatería social al ponderar sus beneficios.

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