Ante el surgimiento de nuevas y crecientes colectividades los partidos tradicionales deben preocuparse por restablecer su arraigo popular, recuperando sus ideales, programas y principios; para dedicarse seria y efectivamente a cumplir sus compromisos con el pueblo y la institucionalidad”.

Autor: Héctor Jaime Guerra León*

Hubo épocas en las cuales existían dirigentes, como Albero Jaramillo Sánchez (por solo citar ese gran ejemplo, pero de seguro hubo muchos otros), en torno a los cuales existía la unidad del Partido Liberal, pero en nuestros tiempos –es lamentable- y desde hace algunas décadas, lo único que se le ha ocasionado al otrora glorioso Partido Liberal es su división, su decadencia. Lejos está esa dirigencia que por sus excelsas condiciones morales, éticas, políticas y académicas, hiciera admirable la historia social y política de nuestro Departamento y Nación, dejando muy en alto la grandeza y el nombre no solo del partido sino también de toda la institucionalidad republicana. Esas épocas, al igual que esos inolvidables hombres y mujeres, han pasado a hacer parte del recuerdo de nuestro memorable pasado. Ya muchos de nuestros dirigentes y, por su conducto, nuestros partidos (por que no es un asunto exclusivo del liberalismo), se han hundido en penosas y lamentables prácticas, cambiando sus ideales y principios por votos y canonjías superficiales y personales que en vez de mejorar la imagen institucional, fortalecer la democracia y revivir el apoyo y fuerza que han tenido en sus militancias, los han sumergido en lo más profundo del caos, desprestigio e ineptitud para resolver los problemas sociales que tienen el deber misional de atender y solucionar, haciendo parte fundamental en los procesos de participación y de resolución de los conflictos y dificultades que existen al interior del Estado y de la sociedad.

En Antioquia, por ejemplo, extrañamente resultaron algunos líderes de la aludida colectividad, realizando pactos que resultan, entre otras razones, completamente inadmisibles por hacerse precisamente con los miembros de la derecha, que es justamente una de las corrientes del pensamiento político más opuestas ideológicamente a la Socialdemocracia liberal.

La socialdemocracia, según Enrique Obregón-Valverde (político, escritor, periodista y educador costarricense) es “un quehacer permanente del espíritu, abierto a todas las corrientes del pensamiento universal, con la única ambición de conquistar, algún día, la libertad y la justicia para todos los hombres de la tierra. Es una pasión por la libertad; una gran ambición de los hombres que pensamos muy seriamente que la paz bien puede ser un sendero abierto para la conquista de esa ideal forma de vida que es la democracia. La socialdemocracia es un amor profundo por los más auténticos valores del espíritu humano” (revista Nueva Sociedad Nro. 36, mayo-junio 1978, pp. 143-148).

Dicha dirigencia siempre ha alegado representar esos principios en el discurso, en la formalidad, pero que lamentablemente están muy lejos de practicar y defender en la vida real y concreta. He ahí las incoherencias y las contradicciones que han hecho que dicho partido se encuentre sumido en tan deplorables índices de descomposición, descrédito y falta del respaldo popular que en tiempos pretéritos hicieron grandes sus luchas y conquistas sociales. Ningún esfuerzo se observa en el partido para recomponerse y aliviar las complejas y profundas heridas que tiene internamente y que lo han fraccionado en múltiples pedazos, para atreverse a intentar alianzas –que yo diría sumisiones- con sus más enconados rivales en términos ideológicos y programáticos.

En algunos municipios y regiones puede verse al Partido Liberal uniéndose con el Conservador y/o con otras expresiones ideológicas adversas y contrarias a su socialdemocracia (si es que así se le puede llamar a algunas de sus variables o expresiones). Ello no estuviera mal si se hiciera para defender programas sociales, auspiciar el fortalecimiento institucional y comunitario y sacar adelante los principios que son de su esencia, tales como libertad, igualdad, participación y pluralismo, pero bien entendido se tiene, el más ingenuo lo sabe, que ello es solo producto de la ambición de algunos dirigentes y de la desaforada intención de ganar elecciones, para que en dichas latitudes y procesos sigan imperando las corruptelas y los carruseles administrativos que -con la ayuda de esos “acuerdos”- se crean para seguir manipulando y tratando de mantener o recuperar el poder en algunos de esos escenarios.

Con inmensa razón y hasta con “dolor de patria”, como suele decirse ante ese tipo de adversidades, el reconocido escritor y columnista de actualidad política, comunicador Nacho Mejía( https://panoramapolitico.co/2023/08/28/el-triste-ocaso-de-la-socialdemocracia-antioquena/ ), en su crónica “El triste ocaso de la socialdemocracia antioqueña”, advierte sobre la grave crisis de legitimidad y liderazgo (por la falta de la templanza, seriedad, reciedumbre y carácter en sus dirigentes y que fueron la mayor virtud de esa colectividad en el pasado) por las que están atravesando los intereses y banderas del liberalismo, augurando un futuro incierto por las inconsistencias y desacertadas decisiones de sus actuales dirigentes y protagonistas.

Es la hora pues de que los partidos políticos y, en especial el Liberal, que tantas glorias le ha deparado al país y a nuestro departamento, pero que también tantos compromisos y obligaciones tienen con la sociedad, el Estado y la justica social, vuelvan por sus verdaderos y reglamentarios fueros, retornándole al pueblo sendas, programas y postulados que le permitan recuperar su vocación de gobernabilidad, para que juntos como dice su himno, se pueda volver a cantar con alegría y gran valor: “Con los ojos fijos En la prometida Tierra de justicia Que pronto vendrá Nuestras manos blanden Las antorchas vivas Contra los embates De la oscuridad” (…)

Ante el surgimiento de nuevas y crecientes colectividades (lástima que estén adquiriendo los mismos vicios) los partidos tradicionales deben preocuparse por restablecer su arraigo popular, recuperando sus ideales, programas y principios; para dedicarse seria y efectivamente a cumplir sus compromisos con el pueblo, para defender sus derechos y necesidades. Ello es un imperativo de inaplazable cumplimiento, so pena de que su militancia y la sociedad entera les sigan quitando el respaldo –como en efecto empieza a verse- acelerando su vertiginosa caída a un abismo del que les será muy difícil salir, como lo anuncia –en Antioquia- la escueta y diciente crónica del periodista citado (en panoramapolitico.co) y los designios que orientan la sana lógica y el deber ser, que ante tanto desprestigio y falta de real compromiso social, advierten resultados nada halagadores y; por el contrario, hacen presagiar su “Triste ocaso…” y/o su completa desaparición, por lo menos en el actual debate electoral, pues con las decisiones y anuncios que se han venido realizando, por sus más destacados protagonistas, nada distinto podrá esperarse.

Señores dirigentes, por la restauración del gran Partido Liberal y por el bien de nuestra patria, recuerden que en la búsqueda de sus ideales y expectativas sociales “A la carga vamos Que Colombia espera Juramos servirla Con fe y con valor En nosotros crece La futura patria y Unidos haremos La revolución”.

Ojalá así sea, para bien no solo del partido, sino también de la democracia, de la sociedad y del Estado.

*Ex diputado y ex concejal del liberalismo Antioqueño.

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