Por Iván de J. Guzmán López

Dice San Serafín de Sarov:

“Mira al cielo con la mayor frecuencia posible y tus pensamientos se volverán ligeros. Cállate mucho, habla poco y el silencio vendrá a tu corazón y tu espíritu estará tranquilo y lleno de paz”.

Veo a muchos candidatos en franca oposición a las palabras del santo Serafín de Sarov. Día y noche encontramos buen número de aspirantes  desesperados, hablando a diestra y siniestra, en cuanto medio les prestan, micrófono alquilado, o, simplemente, comprados. Poquísimos, son los candidatos a quienes uno ve mirando al cielo con frecuencia, porque sus pensamientos -se nota- están cargados de disparates, de obras imposibles o, desde la semiótica, ridículos.

Candidatos que hablan demasiado, y así pierden el poco silencio que guardan en sus corazones, y sus espíritus están llenos de avaricia, de violencia y ausencia manifiesta de paz.

Estos son los candidatos que no tienen nada que mostrar, y buscan abusar del pueblo ignaro con sus discursos falaces, que construyen obras ilusorias en los pueblos, las ciudades y los campos, y, en especial, en los corazones de las gentes más humildes.

Ya, de gobernantes con el favor de los más necesitados, hacen gala de las costumbres que rechazaban con virulencia cuando eran candidatos.  La época   en

la que se rasgaban las vestiduras mientras exigían  combatir la corrupción, el alza en los servicios, la gasolina, la mermelada y la delincuencia, y sacaban al pueblo raso y a los “jóvenes” a las calles para propiciar desmanes y así demostrae “poder” con destrozos, saqueos, terrorismo y caos, ya pasó.

El subsidio apresurado que se le otorgó a los taxistas, que fácilmente se asimila a la estrategia de la mermelada para acallarlos, no es responsable, no es solución de fondo, porque ya aparecieron los camioneros, los buseros, los motociclistas, y los transportadores en general, reclamando igualdad de condiciones, y con justificada razón. El manejo de los combustibles requiere de una política seria y responsable, no puede convertirse en mermelada aplicada a manifestantes para calmar a sectores de estrato uno, dos y tres; la mermelada no es más que combustible para una bomba de tiempo que apunta a explotar la paz, la economía y la sobrevivencia de los  más pobres, en poco tiempo. Esto lo saben muy bien los que antes protestaban en las calles y en su curul senatorial, y hoy están en el gobierno. La mermelada sigue viva, y no se puede abusar de ella, señores del gobierno; de otra manera, “el pueblo”, que tanto invocan, se alzará contra las decisiones y la incompetencia gubernamental. Lo grave -lo sabe muy bien Petro y Luis Fernando Velasco-, es que la mermelada, lo que hace es engordar la violencia, atentar contra las elecciones, generalizar problemas de orden público y arrinconar la democracia a extremos sólo deseables por la delincuencia.

No repitamos historias electorales horrorosas que nos han hecho retroceder décadas. Votemos por la experiencia, por el candidato que tiene realizaciones y obras para mostrar, nunca por populacheros, y menos por aquellos patrocinados por gobiernos que han empobrecido a la ciudad, el departamento o los municipios.

La mermelada sigue viva, y los diabéticos de antes creen estar curados.