Por: Moisés Matamoros | Fuente: yoinfluyo.com
La educación desde los pobres y no solo para los pobres no es solamente una manera de orientar las prioridades de servicio, sino que debe ser, tras las huellas de la humanidad justa, una verdadera escuela de coherencia.
Servir a los pobres es un acto de humanización y, al mismo tiempo, signo de autenticidad ética y estímulo de conversión permanente para la sociedad, puesto que cuando uno se abaja a lo más bajo de sus prójimos, entonces se eleva admirablemente a la más alta caridad (San Gregorio Magno).
Los pobres son nuestros maestros, son nuestros jueces. En ocasiones poco nos ponemos en su lugar para considerar el destino del quehacer educativo, desde sus realidades, sus necesidades, sus criterios y sus anhelos.
Solidaridad, capacidad festiva, su propia fragilidad, el vivir sin cuentas ni seguros los hace desinstalados, generosos, libres, esto nos lleva a creer que los pobres son creadores de futuro. Tener conciencia de que ellos son los verdaderos agentes de cambio, fuente de dinamismo para todos. Querer con todo, colaborar en cambiar las estructuras de la historia.