Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Leyendo el Quijote de la Mancha, encontramos con hondo sentido el pensamiento de libertad.  El Quijote expresa:

“la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres y mujeres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puedey debe aventurar la vida”

La libertad, tal vez es el proyecto histórico de mayor envergadura emprendido por la humanidad.  El respeto a la dignidad de toda persona, la prosperidad económica y el avance en los conocimientos científicos y filosóficos ha florecido en alto grado.  En Colombia, indudablemente, la libertad no es una balsa de aceite.  A poco que nos acerquemos a revisar nuestro pasado común, comprobaremos cómo las grandes conquistas de la civilización occidental se han visto muchas veces cuestionadas.

No ha sido fácil la consolidación de la libertad en nuestra nación, ni ha estado exenta de tentaciones autodestructivas y totalitarias.  Pero es curioso constatar cómo, precisamente en esos momentos de adversidad, algunos hombres y mujeres, protagonistas de nuestra historia, fueron capaces de encarnar con grandeza los principios de la civilización y la libertad con su actuación decidida y, sobre todo, levantando la voz, con su palabra; quizá porque precisamente ha sido en las adversidades donde se ha entendido toda la fuerza y potencial que tiene la palabra humana como expresión de la razón, de la conciencia.

Colombia, atraviesa momentos históricos difíciles.  Más allá de la crisis económica, política y social, nos encontramos en un tiempo de duda, violencia, inseguridad e incertidumbre a toda prueba.  Dudas sobre lo que realmente somos y sobre lo que queremos ser.  Dudas sobre lo que hemos sido y sobre los principios que nuestros antepasados escogieron para construir nuestro proyecto de nación.  Disfrutamos de una riqueza y un bienestar económico que hace cien años era imposible hasta soñar, pero nos queda una sensación de difuso malestar, que parece como si no quisiera abandonarnos.

Vemos a las nuevas generaciones despegadas de la política, y observamos la falta de confianza en nuestras instituciones y en una burocracia y legislación en constante crecimiento que ahogan nuestra libertad y dificultan la iniciativa personal.  Colombia, parece no querer hacer lo suyo -o al menos no comprender- el legado de libertad y grandeza que nuestros mayores supieron dejar para nosotros.  

Un primer comentario está claro: nada, o al menos nada importante, se construye sin esfuerzo y sin dificultades.  Nuestras libertades y nuestros progresos son conquistas tan trabajosas como frágiles, muchas veces fraguadas el borde del abismo. Recogiendo lo mejor de esta herencia, el futuro de un nuevo proyecto de nación hemos de edificarlo o construirlo de igual modo: luchando permanentemente por los grandes principios y valores superiores, como dijo Thomás Jefferson: “el precio de la libertad es la eterna vigilancia”.  La libertad no crece en los árboles, ni está perpetuamente garantizada.  Por ello, siempre será provechoso fijarnos en la grandeza de los hombres y mujeres que nos precedieron y, en los grandes momentos históricos en los que jugamos lo que en esencia somos.

Un segundo principio es tomar conciencia que: ¡La libertad merece la pena!  En los momentos difíciles especialmente en los momentos tormentosos que padecemos hoy, es cuando los colombianos no podemos tirar la toalla, sino defender nuestra patria por lo que somos y recuperar lo mejor que hemos sido.  ¡Colombia, despierta… anestesiados nos oprime para siempre el totalitarismo, la corrupción y la dictadura con el que el gobierno del Pacto Histórico nos pretende devorar!

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS​​​​​    Medellín, noviembre 29 de 2023