Como las olas

Pedro Juan González Carvajal

En un país como Colombia, donde la incertidumbre, la zozobra y la violencia son absolutamente normales, el ejercicio de los análisis económicos gira alrededor de las especulaciones de futuro y en las explicaciones de por qué éstas no se cumplieron finalmente, acompañados de promesas y compromisos gubernamentales que siempre son incumplidos –Feliz 4 X 1.000 temporal- o –Ya no habrá más reformas tributarias-…… ¿Le suenan amable lector?

A nivel mundial hoy se discute acerca del conflicto que se tiene alrededor de dosposturas divergentes: la necesidad de generar riqueza a partir de su creación o a la búsqueda de la renta a través de la especulación y el alto riesgo.  Pareciera que, a este punto y hora, como ha ocurrido de manera cíclica, va ganando la segunda postura.

Cuando se habla de riesgo país se habla de unos factores que deben mantenerse dentro de unos estándares prefijados sin tener en cuenta las realidades particulares de cada país, lo cual lleva, por ejemplo, a que Colombia casi siempre esté mal parada o entre perdiendo a la evaluación.

No es de extrañar que estemos en los últimos lugares de resultados comparados con los miembros de la OCDE. Lo importante es que sepamos aprovecharlos para que nos ayuden a salir adelante.

Ahora bien, ¿Es la competitividad un asunto de país en abstracto, de minorías pudientes, de empresarios o de toda la población?
En un reciente estudio se concluía que la mayoría de los asalariados en Norteamérica no tienen como atender una contingencia de US 1.000.00 teniendo que recurrir a préstamos o vender algún activo. Esto demuestra la fragilidad del mercado interno, y que, en muchas ocasiones, si se tiene la fortuna de tener empleo, se vive al debe. Obviamente, Colombia no es la excepción.
La competitividad es un asunto de todos, se mide por resultados económicos y se evidencia en un mayor bienestar de toda la población.

Por eso no es necesario someternos a discusiones bizantinas. Existen los creadores de riqueza, que son los empresarios de todos los tamaños que se arriesgan y madrugan todos los días, existen los empleados o trabajadores de todos los sectores y subsectores y existe la población que debe ser atendida por el Estado.

Facilitar y promover la creación de riqueza con trabajos dignos y una adecuada y
eficiente redistribución son los elementos necesarios para que se pueda dar una
verdadera sinergia política, económica y social.

Soy un gran admirador del Doctor Ariel Armel Arenas, uno de los más distinguidos Gerentes que tuvo el antiguo IDEMA y quien se ha convertido en un verdadero misionero de las causas de protección a los consumidores. 
Como todos somos consumidores de algo, bienes, productos o servicios, sin ninguna excepción planetaria, considero que todos nos hemos visto sorprendidos cuando los empaques, los pesos y por qué no la calidad de algunos productos resulta engañosa.
Al comprar drogas en la farmacia o artículos en el supermercado, muchos de los empaques son rimbombantes y excesivos con respecto al contenido. O somos testigos de un gran despilfarro y exceso de empaque o del déficit intencional de producto.
Eso sí, lo que es claro es que ya estamos acostumbrados a que los precios suban y las cantidades bajen, cuando no es la atención y la calidad en algunos restaurantes de moda.
De manera paralela, los consumidores locales ven como uno de los efectos nocivos del turismo, el que los precios se adaptan al turista que en teoría viene a gastar, afectando al consumidor local que simplemente está viviendo. Estamos llenos de “experiencias gastronómicas” sofisticadas, de buena calidad y muy costosas con respecto al promedio de los buenos restaurantes internacionales, todo bajo un evidente tufillo esnobista.
Alguien mencionaba con razón que ir a un supermercado de buen nivel o ir a un restaurante de moda, es semejante a ser víctima del “Paseo Millonario”. La cuenta no baja de ese valor.
Dice el intelectual Niall Ferguson que “La Unión Europea prioriza la regulación sobre la innovación, la burocracia sobre los negocios. Esta es la razón por la que el crecimiento de Estados Unidos supera al de la UE”.
Algunos otros coinciden que el excesivo respeto a la tradición es un impedimento frontal para la innovación.