Por: Balmore González Mira

No crean que voy a escribir sobre historia, primero no la conozco a fondo y segundo,  por respeto a los historiadores no podría hacerlo. Voy solo a contar la experiencia de la celebración del pasado 11 de agosto en la Ciudad Madre dónde en un sentido acto en el Hotel Mariscal Jorge Robledo disfrutamos de un buen plato de historia, contada de manera diferente por su buen anfitrión, Don Alonso Monsalve.

La cálida noche del 11 de agosto de 2023  sirvió para que desde este lugar nos congregaran por invitación de la alcaldía municipal de Santafe de Antioquia,  en cabeza de su primer mandatario Andrés Felipe Pardo Serna, para celebrar la independencia de nuestro departamento, el mismo que fue una República independiente y el mismo que hizo parte de una federación de estados en estos dos siglos de existencia.

Me llamó muchísimo la atención los detalles narrados con fechas, personajes, lugares y movimientos ideológicos y religiosos que dejó la reflexión sembrada por el expositor y buen contertulio de la noche y su categórica conclusión de que en esta pequeña porción de la patria, que es más grande que todos los  países de América central, individualmente considerados,  a excepción de México, no nos hemos matado por un bipartidismo como muchas veces se ha hecho creer, es decir, porque seamos de derecha o de izquierda, sino por las posiciones encontradas entre centralismo y federalismo. Y realmente desde que nos contaron por primera vez la historia de la diferencia ideológica entre   Bolívar y Santander, algunos la leyeron como una disputa entre azules y rojos y no como lo concebían ellos que se inspiraban en el centralismo y el federalismo.

Es claro que ahora en el departamento de Antioquia, con más fuerza, y en otras zonas del país suenan tambores de regiones autonómicas, más cómo una lectura hacia una descentralización plena que cómo estados federados y vuelven a extenderse los látigos del centralismo que se rebela ante la posibilidad de que desde los entes territoriales pueda haber siquiera una autonomía de sus propios recursos. El estado centralista debe ceder en sus pretensiones de mantener el yugo sobre los pueblos, para que pueda haber un verdadero desarrollo de abajo hacia arriba, como lo contempla la Constitución de 1991, que el mismo monstruo de mil cabezas, llamado estado, al que nadie ve, pero todos padecemos, mantiene oprimido para que no crezca dentro de su mismo estado. Necesitamos municipios y Gobernaciones con poder, soportados en las tesis autonómicas para que dejemos de ser una república subdesarrollada.

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