Por MARGARITA MARÍA PÉREZ PUERTA.

El 31 de marzo evoca un recuerdo distante, donde una dama emergió con su cabello castaño oscuro, antes de que un estilista la persuadiera para transformarlo en un tono caoba. Esta metamorfosis, repetida por innumerables hijos de la Tierra, lleva consigo la premisa universal: un cabello coloreado nos devuelve juventud. Sin embargo, con este deseo de cambio, llega también la inevitable despigmentación del cuero cabelludo.

Hoy, en este eterno presente, reafirmo que la despigmentación del cuero cabelludo no es más que la manifestación del deseo inherente en todo ser vivo de reinventarse, de adoptar nuevos aspectos para reflejar la belleza del mundo que nos rodea.

La vida misma es un poema en constante evolución, lleno de nuevas pruebas y encuentros con otros seres desde el momento en que un vientre se abre para dejarnos entrar en este mundo planetario.

Para muchos, somos una moneda de cambio abstracta, pero, aun así, debemos redimir el amor universal que nos une, el cual teje cada acontecimiento y cada encuentro.

Continuamos respirando, compartiendo el mismo aire, en una danza eterna de unidad y conexión. Incluso aquellos que nos perciben como meros objetos de poco valor, serán testigos de nuestra transformación, hasta el último suspiro, cuando finalmente abracemos el eterno retorno de la divinidad invencible.