Por Iván de J. Guzmán López

El pasado 4 de abril de 2022, fue la fecha en la que se conmemoró el Día Internacional de la Sensibilización Contra las Minas Antipersonal. Y fue en esa fecha,   desde nuestro histórico municipio de Sonsón, que el doctor Juan Camilo Restrepo Gómez, Alto Comisionado para la Paz, entregó al mundo la buena noticia mediante la cual se informaba que: “Colombia tiene once nuevos territorios con garantías para el desarrollo de proyectos productivos”; es decir libres de sospecha de Minas Antipersonal. Para entender la dimensión de lo comunicado al mundo, recordemos que “desde 1990 hasta el 31 de octubre de 2021, las minas antipersonal y municiones usadas sin explosionar han ocasionado un total de 12.170 víctimas, de las cuales 4.884 son civiles y 7.286 son miembros de la Fuerza Pública”.

La feliz noticia, decía: “El país tiene el 78%  del territorio libre de sospecha de minas antipersonal. Con el anuncio del pasado 4 de abril de 2022, se llegó a los 201 municipios descontaminados. De estos, 186 se  liberaron con desminado humanitario (labores en terreno) y 15 más por cualificación de información, durante el gobierno del presidente Iván Duque Márquez”.

Estos datos y estas realizaciones en la búsqueda de la tranquilidad anhelada para la comunidad, nos está hablando de las dimensiones de la violencia que viene padeciendo la patria; violencia a la que los grupos ilegales no quieren renunciar. Violencia que –lo saben ellos– sólo trae miseria, desigualdad, pobreza y muerte para la población; y ganancias impensadas para los violentos, que ahora, no obstante las oportunidades de reinserción a la sociedad, se niegan a abandonar.

Esta semana entramos a la Semana Santa.  Con la Semana Santa, los cristianos conmemoramos el Triduo Pascual, es decir, los momentos de la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo. Tres momentos de Dios hecho hombre en la persona de Jesús de Nazaret, quien se gastó la vida predicando el amor, la reconciliación, la justicia y la paz. Y sin embargo, Él, que toda la vida predicó por un mundo de paz, padeció en su última semana de vida de las más crueles violencias: la física, la sicológica, el escarnio público, sufrido los dolores de la negación hasta padecer la traición y la entrega misma de su vida en una cruz, a manos de sus propios hermanos, por encima de un asesino y un violento cuyo nombre histórico responde a Barrabás.

Según Mateo 27:15-26, esto fue lo que ocurrió:

“15 Ahora bien, en cada fiesta, el gobernador acostumbraba soltar un preso al pueblo, el que ellos quisieran. 16 Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. 17 Por lo cual, cuando ellos se reunieron, Pilato les dijo: “¿A quién quieren que les suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?”. 18 Porque él sabía que lo habían entregado por envidia. 19 Y estando Pilato sentado en el tribunal, su mujer le mandó aviso, diciendo: “No tengas nada que ver con ese Justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por causa de Él”.

20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. 21 El gobernador les preguntó de nuevo: “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”. Ellos respondieron: “A Barrabás”. 22 Pilato les dijo: “¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo?”. “¡Sea crucificado!”, dijeron todos. 23 Pilato preguntó: “¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho?”. Pero ellos gritaban aún más: “¡Sea crucificado!”.

24 Viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: “Soy inocente de la sangre de este Justo. ¡Allá ustedes!”. 25 Todo el pueblo contestó: “¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”. 26 Entonces les soltó a Barrabás, y después de hacer azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado”.

Me parece que aún hoy, cuando no cesan todas las violencias imaginables que padeció Cristo, repetimos, sin corazón: “sea crucificado”.

El próximo domingo, “El Domingo de Resurrección, conocido también como Domingo de Pascua, se conmemora la resurrección de Jesucristo al tercer día, después de su crucifixión y su primera aparición ante sus discípulos. Es un día de suma alegría para los fieles y es interpretado como la esperanza de una nueva vida”. De una vida en Paz.

Colombia necesita la Pascua en los corazones; necesita dar el paso. El paso que anhelamos los Colombianos ¡es el paso hacia la Paz!