Quien abusa del poder y de la autoridad puede ser tenido por delincuente, igualmente tóxico y odioso para la comunidad.  Y es difícil decir qué castigo merece tal delito.

POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Se puede decir que el ejecutivo que presta servicios toma prestada su autoridad del director ejecutivo, o que éste se la presta, o que él se la roba.  Por ejemplo, cuando un ejecutivo joven ostenta un cargo importante, puede sentirse incómodo por las costumbres sociales o por las modas vigentes y puede tener que llevar a cabo sus deberes apoyándose en la autoridad de su director ejecutivo.  Así pues, toma prestada su autoridad invocando el nombre de su director ejecutivo.  Si gracias a este nombre lleva a cabo las intenciones de su director ejecutivo y beneficia a la gente, habrá hecho un buen uso de ese nombre cumpliendo su deber con la prudencia debida.  Pero si cuando ve que los compañeros y la gente de fuera lo tratan con respeto, le llaman “señor” y le dan otras muestras de poder se vuelve ansioso de honores y le molesta la idea de renunciar a ellos, es posible que abuse de tal poder y que pueda decirse que lo roba.

También existe la situación en la que el director ejecutivo presta su autoridad y entrega su prestigio a los ejecutivos para resolver situaciones temporales, como el caso de ausencia del director ejecutivo o para llevar a cabo proyectos especiales.  Aunque se espera de los ejecutivos que devuelvan esta autoridad cuando esté terminada la tarea, en algunas ocasiones el director ejecutivo, por la blandura de su carácter, les permite conservarla durante cierto tiempo.  Pero cuando surge algún incidente que requiere que la devuelvan, los que la han recibido presentan dificultades y obstáculos.  He aquí un caso en que el ejecutivo roba, sin duda, su autoridad al director ejecutivo.  No sólo es una gran deshonra para un director ejecutivo, sino que, además, le hace mucho daño.

Si un ejecutivo dado recibe mucho poder, el del director ejecutivo se reduce en consecuencia a la más mínima expresión.  Y si la gente llega a pensar que puede conseguir lo que quiera a fuerza de honrar al ejecutivo en cuestión porque este controla todos los caminos de acceso al director ejecutivo, no pensarán más que en caerle en gracia a aquel y no darán al director ejecutivo más que una importancia secundaria.  Así desaparecen las relaciones benévolas entre el director ejecutivo y los ejecutivos, y los ejecutivos leales brillarán por su ausencia.  Si surge alguna emergencia, no quedarán hombres o mujeres buenos para resolverla.  Además, la autoridad de una persona así no sólo oprimirá a los ejecutivos periféricos, sino también a los de la oficina central.  Esto los hará replegarse sobre sí mismos, y tampoco esto es bueno para su director ejecutivo.

Pues ellos no dirán nada de las cosas que deberían observar, sino que se limitarán a lamentarlas en sus corazones y a quejarse en privado ante sus amigos, sin que nadie se levante e informe a su director ejecutivo.  La conducta arbitraria y la parcialidad del transgresor y la medida de su honor y de su gloria quedan ignoradas por parte del director ejecutivo que sólo tiene una buena opinión de todo lo que hace el otro y provoca así, por su negligencia, grandes desventuras.  La incapacidad de conocer a las personas suele ser condenada como indigna de un jefe de ejecutivos.

Además, un hombre o una mujer de esta especie al que no le importa nada la opinión de su director ejecutivo no es fácil que sea sensible a lo opinión de sus compañeros.  Favorecerá a los oficiales menores y dará a sus amigos, amigas y a sus conocidos gratificaciones y sobornos procedentes de los bienes de la institución oficial o privada, recibiendo a cambio regalos para sí mismo.  Cuando recibe a sus invitados, paga la comida, las bebidas y los postres con la tarjeta de crédito de la institución que representa.  Así, obrando en virtud del principio de lo que es de mi director ejecutivo es mío y de que lo mío es sólo mío debilita la fortuna de su director ejecutivo y le provoca grandes pérdidas. 

Reflexiona muy a fondo sobre todo esto, pues, y acuérdate de ser siempre humilde y de reprimir todas las pretensiones cuando tu director ejecutivo te otorgue algún privilegio, para que nada pueda empañar el brillo de la institución a la que perteneces.  Como dice un antiguo proverbio: “el criado leal no es consciente de su propia existencia sino sólo de la de su señor”.

¡No manches el cargo de ejecutivo porque se considera un atropello a la ética profesional y, el director ejecutivo será el responsable de tu irresponsabilidad e inmoralidad para ejercer el cargo!

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                     Medellín, noviembre 3 de 2023