Por Iván de J. Guzmán López

Hoy, aprovechando el lunes festivo, salí con mi perra Keisy, una Golden de 60 centímetros de altura y un pelaje extraordinariamente bello, que es sensación por donde se lleve. Me acompañaron mi esposa y dos buenas amigas. Recorrimos toda la avenida El Poblado de Medellín, hasta llegar a nuestro querido Envigado, hoy modelo bajo la administración de Braulio Espinoza Márquez.

Cito el paseo festivo, no por pedantería, sino para contar que en ese recorrido (aprovechando la Ciclo-ruta que disfrutamos hace tiempo en la ciudad, y que es un acierto del hijo del barrio Tricentenario el no haberla suspendido, como hacen muchos mandatarios con lo bueno que encuentran de su antecesor por posar de innovadores), tuve la oportunidad de meditar en las dos ciudades que tenemos en Medellín: la que lo tiene todo y la que de poco o nada disfruta. En este paseo, por la avenida El poblado, ve uno familias felices, con sus mascotas bien cuidadas, o con sus bebés en preciosos coches; o a jóvenes dedicados a la bicicleta con tranquilidad, o, simplemente, trotando apaciblemente. Pero uno sabe que del otro lado está la otra ciudad, la que padece de todos los males: vías estrechas, poca oportunidad para hacer deporte, violencia desmedida, jóvenes agobiados por la desesperanza y el hambre, y mucha población al “rebusque”, en vez del descanso y el solaz.

Yo, un campesino que se precia de tener el gusto por la lectura y la bendición del periodismo entre corazón y mente, me acorde de Un mundo feliz, la famosa novela del gran escritor británico Aldous Leonard Huxley, una distopía, que para 1932 anticipaba el desarrollo tecnológico y un mundo feliz;  pero también vino a mi recuerdo La ciudad de la alegría, una novela llevada al cine, de mi admirado colega Dominique Lapierre, que narra la historia de un campesino indio que se gana la vida tirando de un rickshaw (una bici taxi de tiro humano) y sometido a toda clase de humillaciones y miserias, en una ciudad atribulada de problemas y miserias.

Por alguna asociación, al ver un Bichón Frisé, y más adelante, un par de Yorkshire Terrier (dos razas de no más de 20 centímetros de altura), latiéndole furiosa y altaneramente a mi Golden de 60  centímetros de altura, recordé que en mi paso por entidades públicas y privadas, para desgracia del ciudadano (a los cuales nos debemos los empleados privados y en especial los servidores públicos) abundan los Bichón Frisé y los Yorkshire Terrier, latiendo con furia y encono a los Golden. Recordé al doctor Luis Perez Gutiérrez, un exgobernador y exalcalde de gran estatura y amor por la gente, víctima de los latidos de pequineses sin atributo; y recordé la grandeza, el humanismo, la capacidad de dialogo, el trato generoso y su gran saber en materia de agro, de quien que se nos fue del Viceministerio de Agricultura para ocupar el cargo de Alto Comisionado para la Paz, en razón sabia del presidente Iván Duque, para premiar y aprovechar esta cualidades y calidades. Hablo del doctor Juan Camilo Restrepo Gómez. Esperemos que quien llegue no sea un pigmeo desconocedor de la gran labor hecha para gusto del presidente y grandeza de Colombia, porque nadie está libre de que su sillón lo ocupe un franco-tirador, capaz de arrojar por la borda lo conseguido con tanto trabajo, diálogo, buen trato y amor.

A propósito del Agro, tengo que felicitar al doctor Rodolfo Zea Navarro, Ministro de Agricultura, por la excelente estrategia denominada #AgriculturaPorContrato, que él mismo promociona en su cuenta de Twitter y en la página AGRO noticias del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, pues  “ha sido clave para que los productores vendan sus cosechas sin intermediarios. Esta iniciativa fomenta la comercialización regional aportando así a la estabilidad económica en las zonas rurales”.

Esta estrategia (y otras que iré compartiendo a nuestros lectores), hacen que el Agro colombiano, sin duda el sector más importante de la economía (¿puede haber algo más importante que producir alimentos e incentivar el campo y el bien vivir de sus gentes?), continúe con la recuperación económica y social de Colombia.

Tal vez un Agro fortalecido, con servidores humildes y trabajadores como el doctor Zea Navarro y el hoy Alto Comisionado para la Paz, sea la estrategia fundamental para que, en la próxima caminata con mi perra Keisy, mi esposa y mis dos amigas, me haga pensar  mucho más en la promesa de novelas como Un mundo Feliz, y permita que olvide otras (nunca en la maestría de su estructura literaria), como La ciudad de la alegría, de mi admirado periodista y escritor francés, Dominique Lapierre.