Por: Luis Fernando Pérez Rojas

 ¡Un año que se va, pobre existencia!…  Cuántos recuerdos renueva al despedirse; cuánto temblor nos deja en la conciencia y cuánta oscuridad sin presentirse.  ¡Reflexionemos!  El pasado ya está muerto, temblemos ante el otro que ha empezado, tan obscuro, tan vago y tan incierto!

Hacer al final de un período anual un balance sobre nuestros logros y pérdidas resulta un momento importante para reflexionar sobre lo que realmente hemos logrado.  Aquello que pudimos haber hecho y no realizamos no se refleja en los estados financieros, económicos, sociales y educativos tradicionales.  Los estados de resultados nos indican el impacto final de nuestras operaciones, pero no contabilizan lo que pudimos haber logrado y no conseguimos por falta de calidad y compromiso relacionados con la excelencia.  Los costos de la “no calidad” son lo que, de haber hecho las cosas de forma adecuada, hubiéramos conseguido desde el punto de vista económico, cultural, educativo, político y social.

La productividad que dejamos de generar tiene un altísimo costo y por ello, al hacer un balance en el 2021, debemos tener muy presentes la ineficiencia, la falta de atención, los productos que tuvieron que ser reparados y reprocesados y que significan cuantiosas ganancias que se han dejado de sumar a nuestra cuenta final.  Los costos de la “mediocridad” y la “no calidad” representan el mercado que perdimos en cualquiera de los escenarios antes mencionados por no haberlo atendido correctamente.  Por tanto, debemos conceptualizar que la calidad y la excelencia no es problema: es de hecho la solución a nuestros problemas.

Desde el punto de vista humano, el final de un año calendario es momento importante para reflexionar sobre cómo hemos invertido los últimos 365 días de nuestra vida y cuál ha sido el resultado obtenido: ¿Somos mejores personas de lo que éramos al iniciar el día, el mes o el año?  ¿Hemos logrado aportar a nuestra vida familiar un valor superior? ¿Cómo padres hemos hecho crecer a nuestros hijos en estos últimos doce meses? ¿A nuestra nación colombiana y a nuestro departamento de Antioquia le hemos servido en alguna forma durante este año 2021? ¿En nuestra vida interior hemos crecido espiritualmente, somos mejores que hace un año? El fin de año es una fecha que nos invita a la reflexión, a la meditación, a detenernos, a replantearnos el sentido de nuestra existencia en el gran propósito de vivir mejor.  ¿Cuál fue el objetivo de haber vivido los últimos 12 meses?  Y lo más importante: ¿Cuál debe ser el objetivo misional en nuestro proyecto de vida personal y profesional para el año 2022?

Esta reflexión exige de un conocimiento mayor que permita visualizar mejores metas hacia el futuro y renovar nuestro espíritu con base en la Calidad y en la Excelencia.  Busquemos vivir más intensamente estos conceptos, incluso más allá de nuestra vida personal, y finalmente comprometámonos para poder lograr todo lo que deseamos durante el ciclo venidero.

¡FELIZ AÑO NUEVO 2022!

 

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                Medellín, diciembre 30 de 2021