Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

 El deshonesto es un tramposo de la vida; un ventajista barato y flojo que, buscando el camino más fácil, termina al final siendo víctima de sus propios manejos politiqueros.

La deshonestidad se refiere, en lo profundo, a un arreglo malicioso e interesado en la forma de estructurar la realidad del mundo politiquero, mediante la elaboración arbitraria de mapas mentales adulterados para acomodarlos a las fantasías, temores y carencias del pueblo.  De este modo inocentes molinos de viento pueden representar para la gente verdaderos monstruos -proyección-. A la inversa un león feroz puede ser visualizado como un manso cordero -negación de peligro-.

Es a la adulteración mental de la realidad en la política que yo llamo deshonestidad para expresar el hecho de que el político no adecúa su conducta a la realidad objetiva, eludiendo el esfuerzo que ello representa, racionalizando en cambio la vida y sus eventos de acuerdo a un criterio de pertinaz autoindulgencia, buscando siempre atajos deshonestos o arreglos mentales inconscientes para conseguir sus objetivos, que rara vez suelen ser los que él o ella se creen a sí mismo.  La raíz de la deshonestidad yace en la sustitución de objetivos, cambiando los reales por los aparentes.

Esto se explica en razón de que la inmensa mayoría de las pulsiones conscientes son inmorales, en el sentido de que si fluyeran libremente violarían abiertamente las principales pautas éticas y morales, motivo por el cual suelen ser reprimidas.  Sin embargo, una parte de ellas atraviesa las barreras de la consciencia moral, disfrazada de propósitos honestos.  Es así como muchas buenas intenciones están carcomidas subterráneamente en forma solapada y el politiquero termina, “sin querer queriendo”, engañando, estafando y pervirtiendo al pueblo, pero de una manera tan elaborada que no resulta simple o fácil el comprobarlo.  Lo más probable es que el politiquero continúe persuadido, indefinidamente de su propia “honestidad”.

Podemos entender mejor estos manejos si consideramos que la persona no soporta ser mala ante sí misma, por lo cual debe, a toda costa, autoconvencerse de que sus motivaciones son limpias, por sórdidas que sean en verdad, con el objeto de mantener la propia imagen limpia y reluciente ante el pueblo.  El politiquero tiene que creerse bueno, aunque sea un empedernido criminal y se las arregla para ello con los acomodos mañosos de su realidad interna, justificando sus actos, negándolos o culpando a otros. 

En conclusión, el deshonesto es un tramposo de la vida; un ventajista barato y flojo que, buscando siempre el camino más fácil, termina al final siendo víctima de sus propios manejos politiqueros.  Por desgracia una porción mayoritaria en el Congreso de la República de Colombia, Órganos de Control, Altas Cortes, Consejos Municipales, Asambleas Departamentales, Alcaldes y Gobernadores al igual que Presidentes terminan por involucrarse y comprometerse o ser enredados en este peligroso juego.

El mito del dinero fácil, las utopías políticas, el deseo de igualar a todos, la creencia de que la verdad está en las mayorías, los juegos de azar, las drogas, el alcoholismo, la perversión sexual, la violencia, la corrupción y la delincuencia, el fingirse víctima o buscar deliberadamente serlo, el simular en la lucha por la vida, la deformación del amor son varias formas de promover creencias deshonestas.  Me duele como ciudadano de a pie, la comprobación de la triste realidad de la ceguera humana, donde cada politiquero en vez de contemplar a Colombia con mirada profunda, destinada a conocer su verdad, se limita a permanecer en el sueño sonámbulo de la exclusiva contemplación de sus propios delirios mentales, proyectando esos cuadros para pintar el país, confundiendo después el maquillaje con la estructura real de la patria colombiana.

¡Elije bien tus candidatos a Senado y Cámara de Representantes para el Congreso de la República de Colombia!

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                          Medellín, febrero 26 de 2022