Menosprecie lo que es gratuito, Ley 40, de las 48 Leyes del Poder: “Todo lo que es gratuito es peligroso, ya que por lo general implica alguna treta o compromiso oculto.  Las cosas que tienen costo valen la pena pagarse.  De esta manera, no estará obligado a gratitud alguna, se verá libre de culpa y evitará fraude y engaños.  Lo más inteligente es, a menudo, pagar el precio total.  Cuando hablamos de excelencia en la política ética y honesta, no hay gangas.  Sea generoso con su dinero, pero no con el presupuesto del pueblo y hágalo circular, dado que la generosidad es señal e imán de poder”.  -Robert Greene-.

POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS  

Robert Greene nos enuncia con honda precisión una ley que no podemos ignorar en la lucha por el poder en Colombia, y en nuestro caso aplicable al gobierno que, hoy, nos tiraniza; y que sabiamente nos convoca a menospreciar lo que es gratuito en el juego del poder y la politiquería.

En el ámbito del poder, todo debe ser juzgado por su costo, todo tiene un precio.  Con frecuencia, lo que se ofrece de forma gratuita o como una ganga implica un precio sicológico: Complejos sentimientos de obligación, concesiones con respecto a calidad y legalidad, la inseguridad que tales concesiones producen, y otras desventajas semejantes.  El político honesto y poderoso pronto aprende a proteger sus recursos más valiosos: La independencia y el espacio para maniobrar con libertad.  Al pagar el precio que corresponde, se mantiene libre de peligrosos enredos, mermeladas y preocupaciones propias de la corrupción y la politiquería.

Adoptar una actitud abierta y flexible con respecto al dinero fácil enseña también el antivalor de la falsa generosidad estratégica, una variante de la vieja artimaña de “dar cuando se está a punta de tomar el poder o para perpetuarse en él”.  Al hacer el regalo apropiado, el gobernante o politiquero coloca al destinatario en una posición de obligación después.  La falsa generosidad suaviza a la gente y hace más fácil embaucarla en el engaño de la politiquería.  Al labrarse uno la reputación de “generoso”, usted ganará la admiración de la gente incauta y al mismo tiempo la distraerá de los juegos de poder que usted como gobernante o politiquero práctica.

Al distribuir, a granel, la riqueza del pueblo en forma irresponsable y estratégica, fascinará a los “vagos congresistas con derecho”, a los perezosos, delincuentes, vándalos, antisociales de primera línea, cortesanos, criminales y creará placeres, corrupción total para conseguir aliados abyectos, tramposos, mentirosos y pusilánimes.  Observemos a los maestros del poder en la antigüedad: Los Césares, la Reina Isabel, Miguel Ángel, los Médice.  Entre ellos no había un solo avaro.  Hasta los grandes estafadores gastaban con generosidad para armar sus fraudes.  El gobernante y politiquero sabe que el “cocodrilo en el bolsillo” es algo muy poco atractivo; cuando se pretende seducir al pueblo, no solo da todo de sí mismo sino también de su billetera. 

Los politiqueros y gobernantes poderosos entienden que el dinero encierra una carga sicológica y que también es fuente de cortesía y sociabilidad; por eso convierten el aspecto humano del dinero en un arma de su arsenal.  Por cada individuo que es capaz de jugar generosamente con el dinero del pueblo, hay miles encerrados en  autodestructiva negación a utilizar el dinero en forma creativa, innovadora y estratégica.  Esas personas constituyen el polo opuesto de los políticos y gobernantes poderosos, y usted deberá aprender a identificarlos ya sea para esquivar la naturaleza ponzoñosa que los caracteriza para beneficiarse con su inflexibilidad.

El gobernante y politiquero codicioso deshumaniza el dinero.  Frio e inescrupuloso, solo ve las impersonales cifras de un balance comercial electorero.  Dado que solo ven al pueblo como peón o como obstáculo para la obtención de riqueza y de poder, estos especímenes pisotean los sentimientos de los demás y alejan a quienes podrían ser respetuosos, honrados y transparentes aliados.  Nadie quiere trabajar o verse gobernado con politiqueros y gobernantes codiciosos, corruptos, por lo cual estos individuos suelen terminar aislados, despreciados, presos y víctimas de su propia ambición irracional.

El politiquero y gobernante codicioso es la presa preferida de los grandes estafadores de la política y la gobernabilidad: Tentados por la carnada del dinero fácil, se tragan el anzuelo del fraude y la corrupción con sedal y plomada.  Es fácil de engañar, porque dedica tanto tiempo a las cifras, aunque no a la gente, que termina ciego a toda sicología, e incluso a la suya propia.  Evite a estos sujetos politiqueros y perversos gobernantes antes de que lo exploten, o utilicen la codicia que los caracterizan en aparente beneficio de usted.

¡Al demonio con estos delincuentes, en nombre de la paz total!

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                              Medellín, enero 13 de 2023