Por: Balmore González Mira

Seguimos viendo cómo se nos van los padres, los hermanos, los parientes,  los amigos, los paisanos, los vecinos, los conocidos. Enterramos sus cuerpos con dolor y solo quedan los recuerdos y los buenos momentos y la tristeza profunda de no volverlos a ver para decirles lo que nunca fuimos capaces de decirles en vida. Más hogares llenos de dolor, con la esperanza de que este difícil momento culmine. Dios acompañe a la humanidad y nos dé el valor para seguir soportando esta incertidumbre de la que a ratos nos olvidamos irresponsablemente y desafiamos como si nos creyéramos inmortales. En cada momento creemos que a nosotros o nuestras familias no llegará a afectarnos. Cada día es un dolor distinto de alguien que hace parte de nuestras vidas y nos toca, en la mayoría de veces,  ver de lejos su partida hacia la eternidad.

Nos parece a ratos mentiras que nuestros seres amados se hayan ido, familias que han perdido a varios de sus miembros, madres destrozadas por la partida de sus hijos y miles de personas haciendo el duelo cuando el dolor vuelve a tocar su puerta.

Cualquiera que revise su entorno encuentra que hay alguien por quién llorar, que hay alguien por quién orar; la pandemia está más dura que antes, el tapabocas, el distanciamiento y el lavado de manos permanente,  que hacen parte del autocuidado,  están más vigentes que nunca. La vacuna ayuda, está demostrado científicamente, pero no lo es todo. Somos nosotros los responsables de nuestra salud.

La última semana se fueron varios amigos y conocidos, unos más jóvenes que otros y sé del dolor de sus familias, la mía dos meses después de despedir a mi hermano aún no se recupera, nos parece mentiras que se haya despedido de este mundo terrenal. Si todos nos cuidamos más, el dolor de nuestras madres en esta pandemia será menos, está completamente comprobado.  

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