Escrito por: Briseida Sánchez Castaño.                                                  

Estoy en este momento sentada en mi escritorio  con el ventanal abierto, y al frente tras la ventana de mi estudio tengo a la ciudad iluminada y al cielo oscuro con un montón de estrellas y astros, me voy con la imaginación hasta uno de ellos y allí me siento en una pequeña roca roja y diviso nuestra  bolita de tierra de manchas café y de color azul, a esta distancia no veo nada que distinga mi planeta de los otros miles de astros, si no supiera que ahí sobre ese bolita de tierra estamos pegados ocho mil millones de hombrecillos diminutos y que la imagen que veríamos si pudiera divisarlos desde aquí sería algo más pequeño que lo que me parecen una fila de hormigas marchando hacia delante con la hojita verde a cuestas. Ahí estamos todos parados sobre este terrón pequeño, y si no lo supiera, desde aquí sería imposible adivinar que hay ocho mil millones de pequeños cuerpos pegados a este grano de tierra y  que además esos diminutos cuerpos tienen conciencia de la pequeñez que somos en contraste con esta inconmensurable grandeza del cosmos. Sabemos con certeza que nuestra fortaleza no está en este diminuto cuerpo, nuestra verdadera resistencia está en la capacidad de que a partir de nuestro quebradizo y frágil cuerpo produzcamos pensamientos y que podamos sentir con nuestra cabeza la infinitud del cosmos que nos rodea.

Me pongo a pensar desde aquí arriba que si tuviera la posibilidad de ir a mirar qué existía antes del Big Bang no podría hacerlo, porque el tiempo aún no estaba, ni sabría dónde buscar ese punto diminuto y denso porque el espacio tampoco existía antes de la gran explosión y no me cabe en la imaginación cómo es una circunstancia sin tiempo ni espacio, cuál es la apariencia de un punto, una Singularidad que tiene escondido un futuro titánico, el de todo el cosmos, el nuestro. Cómo una posibilidad tan pequeña tenía todo el universo contenido en sí mismo, cómo una señal puede tener sugerido el incontable cosmos en una marca infinitamente pequeña que apenas se insinúa,  cómo es posible que haya existido una condición más pequeña que un átomo, sin un tiempo para poder trascurrir y sin un camino en el espacio para poder ir tras ella, dónde se posa esa Singularidad si no hay espacio para ello, cómo se junta de la nada tan incontable energía que luego tiene que estallar para poder existir y dar lugar al tiempo y al espacio. A cuenta de qué se concentró la energía en un punto y de dónde proviene esa energía, quién la puso allí, cuánto “tiempo” estuvo allí antes de explotar y si no existía el tiempo, cómo se llama a esa condición de estar concentrado en un punto antes de romperse en incontables pedazos. En qué lugar estaba ese punto si el espacio aún no existía, cómo algo puede estar sin tener dónde estar. Más enigmático que la formación del universo tras la explosión, es el misterio de cómo llegó hasta allí La Singularidad y cuánto tardó contenida y cómo se cuenta ese tiempo en el que aún no había hecho ¡Big Bing!, dónde se posa ese punto si no había espacio para estar. Me pregunto si el pensamiento humano alguna vez llegará a dibujar ese momento antes de que La Singularidad estallara en innumerables pedazos, matemáticamente ya la humanidad ha escrito este punto diminuto y denso, pero aún esta ecuación no la podemos traducir en una representación que nos permita imaginar esos momentos previos a la gran explosión, ese punto, el más trascendente de todos, el que tuvo contenido todo nuestro origen y nuestro destino.

2 Comentarios

  1. Briseida:
    Lo que la Ciencia garantiza es que esa bolita de tierra y agua es apenas una apariencia engañosa. Hay 4 reinos en la Naturaleza: Mineral, Vegetal, Animal, Espiritual. A este último reino no se le conoce límites. Digamos que cada conciencia tiene en su interior todo ese reino ilimitado. Entonces si hacemos esa sumatoria de conciencias, obtenemos el verdadero tamaño de todo ese Universo.

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