Artículo tomado de las redes sociales, dando crédito a su autor.

“El Compae Mochila”

Por Óscar Moreno Mejía

Descalzo, bizco, de mochila siempre y sombrero vueltiao, así era Crescencio Salcedo, aquel misterioso personaje que en la década de los años 60 y 70 hacía sonar su flauta de caña en las aceras de Junín, ante la mirada curiosa de los transeúntes, algunos de los cuales lo confundían con un indigente.

Recuerdo alguna vez, de estudiante, pasar por su lado y preguntarle si las flautas que vendía sonaban lo mismo que él sabía tocar. Entonces la cambiaba por otra y dejaba escuchar alguna de sus pegajosas melodías parranderas surgidas de su imaginación, pese a que nunca estudió música. Es más, fue un semianalfabeta.

Crescencio era un hombre humilde, sencillo e ingenuo. Nacido en un pueblo de Bolívar, en 1913, se echó a andar por Colombia hasta caer a Medellín, donde estaban las casas disqueras por lo que consideraba que tal vez aquí podía vender más fácil el instrumento que él mismo fabricaba y que hacía resonar mágicamente como el flautista de Hamelín.

Pero no solo fue un excelente intérprete sino también un gran compositor. De su inspiración son obras como *El año viejo*, famosa por la interpretación que hizo de ella Tony Camargo. *La Múcura*, cantada por el vocalista cubano Benny More; *Mi cafetal*, a la cual Los Panchos se unieron entre sus múltiples intérpretes. Otros de sus temas más destacados fueron interpretados por orquestas como Lucho Bermúdez y La Sonora Matancera, *Navidad negra, La Pollera colorá, La banda borracha, Prende la vela, El caimán*, conocida como *Se va el caimán*, y tantas otras, varias de ellas atribuidas a otros que supieron aprovecharse de ellas para registrarlas como de su autoría.

Porque para él, toda la música estaba hecha, y solo el compositor la descubría. Cuando le preguntaban sobre los derechos de autor respondía: “¿Derechos de qué? Yo no soy autor de nada. Y como no lo soy, no cojo nada. Recojo motivos para expresarlos en música. Otros recogen la plata”. Y así fue como muchos avivatos se aprovecharon de sus canciones y los derechos que le pertenecían.

Gabriel García Márquez**, **tuvo la oportunidad de conocerlo en Barranquilla, y de escribir sobre él. “Buena parte de mi primera juventud la pasé plantado cerca de él, sin saludarlo siquiera, sin dejarme ver, hasta aprenderme de memoria su vasto repertorio de canciones de todos”, escribió en sus memorias *Vivir para contarla.*

También en la páginas de El Heraldo escribiría: “Allí está el gran lutero del vallenato que es el Crescencio Salcedo. De ascendencia goajira, este compositor que es además yerbatero, como se dice no ha querido aceptar matrícula en la cofradía y es un músico suelto, a quien sus colegas no reconocen méritos ni dan tregua de ninguna índole. Pero alguien me dijo alguien que se vio sometido después a las represalias de Abelito Villa que Crescencio Salcedo es el autor nada menos que de la Varita de Caña y El Cafetal. Lo que le da, sin duda, suficientes méritos para ser un protestante respetable”.

El 3 de marzo de 1976, en medio de una inmensa pobreza, el gran Crescencio Salcedo falleció en la capital de la montaña víctima de un derrame cerebral. El poeta Manuel Hernández dijo haberlo visto en una de las calles de Medellín, días antes de su muerte; “casi parecía un mendigo, en una banca del parque y junto a él un letrero: “Aquí no se pide limosna, se venden flautas a 100 pesos”. O.M.M.

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