Pedro Juan González Carvajal

Se entiende por onomatopeya la formación de una palabra por imitación del sonido de aquello que designa.

Es así como el parpeo o graznido del pato se escribe cua-cua-cua.

Hay un dicho común que dice: “Si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato”.

¡Aleluya! Acabamos de descubrir que el agua moja y acabamos de inventar la rueda.

Estamos siendo testigos cada vez en orden creciente, de que muchas de las actitudes, posturas y anuncios del Presidente Petro se parecen cada vez más a las de un Gobernante de corte autoritario a quien le ofusca y ofende que la gente no esté de acuerdo con él, o peor, que las otras dos ramas del poder público no lo sigan de manera obsecuente.

Habría que tratar de entender que toda una vida en la oposición lo lleva a confrontarse con un período de gobierno finito, con unas reglas democráticas aprobadas por todos hasta que se diga lo contrario, con una Constitución Política que su Movimiento de entonces, el M19 no solo apoyó sino que presidió y con unos ritmos políticos que hacen que el llamado “establecimiento” y los autoproclamados “reformadores” de cualquier tiempo y época, no tengan como lograr sincronía y armonía de manera fácil.

Ante la falta de unos verdaderos Objetivos Nacionales, se trata de reemplazar su inexistencia por los Objetivos del Estado que vienen siendo los Objetivos del Gobierno de turno, lo cual a todas luces está equivocado y es una irresponsabilidad.

Se trata de justificar los reclamos ante la no aprobación de algunas reformas con el argumento de que las mayorías que lo eligieron le entregaron un mandato, pero no se puede olvidar que las mayorías también le dieron un mandato claro a los Representantes a nivel Regional y a los Senadores a nivel Nacional, para configurar un Congreso Nacional deliberativo y autónomo.

De manera semejante, el poder Judicial en un país de leyes debe preservar y hacer respetar no solo la Constitución Política vigente, sino, además, el marco normativo que reglamente el funcionamiento de nuestra Democracia.

Las amenazas -que no propuestas-, de convocar a una Constituyente, a los ojos del orden jurídico establecido que debe ser respetado, suenan a fanfarronada. Otra cosa es que bajo el uso de la fuerza y atropellando la legalidad, se pase por encima de todos los procedimientos constitucionalmente establecidos y se realice una Constituyente espuria que acabe de polarizar no solo los espíritus sino y sobre todo, la capacidad de sostener nuestra débil Democracia y nuestra inexistente Nación.

De dientes para afuera, casi todos rechazan la reelección, pero todos hemos sido testigos de cómo a principios de este siglo, con el mal ejemplo dado con el manoseo de la Constitución a través del famoso ”articulito”, algunos consideran con alguna lógica que también tienen derecho a prolongar su mandato.

Para evitar malos ratos y que de pronto una Constituyente nos lleve a resultados que no solo permitan la extensión del período de gobierno, sino a una mayor concentración de poder por parte del Ejecutivo, a un arrinconamiento o aún a un cierre de los otros Poderes Públicos o a realizar reformas de facto, es importante comenzar desde ya, desde ahora mismo, a organizar las baterías a través de todos los partidos y movimientos democráticos y de los medios de comunicación que hoy están en manos de solo 4 Grupos Económicos, a generar un programa de información pedagógica que ilustre a los ciudadanos sobre las inconveniencias de este tipo de experimentos que han servido  como punto de arranque para acabar con las democracias de algunos países vecinos, con resultados a todas luces nefastos.

No es necesario ni prudente abrir una nueva Caja de Pandora.

Ahí queda pues la posibilidad de reconocer que el pato verdaderamente es un pato, o que iniciemos nuestras tradicionales discusiones parroquiales -no bizantinas- para argumentar que esa ave se parece más bien a un pollo que no nada, ni grazna…..ni es un pato.