¡¿Por qué no se han instaurado e implementado planes y políticas que vayan cierta y eficazmente a combatir la corrupción que cada vez nos agobia de manera tan dramática?!

Autor: Héctor Jaime Guerra León*

Son muchos las cosas que se celebran y que también se lamentan al término de cada anualidad. La vida de cada uno de nosotros (los seres humanos) se desenvuelve en medio de luchas, éxitos, realizaciones, pero también de derrotas y de desaciertos.

Nuestro país y todas las naciones del mundo, al igual que cada uno de nosotros, tiene pendiente metas y grandes anhelos, muchos de los cuales –incansablemente- se reiteran a lo largo de los años, sin que puedan llegar a tornarse realidad, pues surgen obstáculos, casi todos por la insensatez y maledicencia, que no permiten que al interior de la organización social y política puedan materializarse cabalmente como se quisiera o como se ha proyectado por el colectivo social que respalda su realización y puesta en marcha.

Este año en Colombia el propósito de renovar nuestra clase dirigente no es caprichoso; pues así lo ordenan las disposiciones jurídicas que regulan la materia, los colombianos debemos elegir a las más altas autoridades- dignidades de nuestra Nación; esto es, Congreso y presidente de la Republica. Este objetivo tiene una inmensa significación para el futuro de toda la nación y sus instituciones democráticas, gubernamentales y sociales. Lástima que ello en nuestro país sea como “los secretos a voces”, que todo mundo lo sabe, pero nadie le para bolas. ¡Increíble!

Con esta aspiración, que es realmente una obligación ciudadanía (la de elegir y/o ser elegido, escoger nuestros gobernantes), se pudieran realizar numerosas esperanzas sociales que están inmersas en los actos de elección. Los pueblos tienen anhelos siempre de tener buenos y exitosos gobiernos, mejores dirigentes, ejemplares programas y sistemas de gobierno. Todo ello encaminado a la satisfacción de ese gran anhelo social que hemos plasmado en nuestro orden institucional y político, cuando en el artículo 2° de nuestra Carta Política dijimos que unas de las más importantes metas de nuestra organización estatal y social, serían “servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo” (…).

Todo ello, a pesar de que es una orden de nuestra organización social, no se ha podido cumplir y en cada periodo elegimos gobernantes tras gobernantes con el ánimo de que en cada una de esas elecciones lleguen unos dirigentes que pongan en ejecución los planes, políticas y programas que –sin más dilaciones- cumplan con ese gran fin esencial que nos hemos dado como organización pero que –infortunadamente- hasta el momento no ha dejado de ser el deseo que siempre hemos tenido de vivir mejor, de tener y disfrutar real y efectivamente de unos derechos que hemos dejado muy bien registrados y aprobados como sociedad y como Estado en nuestro orden jurídico, pero que no ha sido posible que ellos se tornen en realidades concretas para todos y cada uno de los colombianos, en términos de igualdad, equidad y justicia.

Aunque perturban lo más profundo de la sociedad y del alma nacional, muchas otras son las cosas o metas insatisfechas, o que se han vuelto irrealizables, que han quedado pendientes y que –por el bien de todos– cada vez se hace más apremiante o perentorio resolver.

La inmensa mayoría de todos los colombianos queremos vivir en paz, ¿por qué no hemos permitido que se haga esa paz?; la sociedad entera ha añorado con fervor que no sigamos siendo uno de los países más corruptos del mundo, ¡¿por qué no se han instaurado e implementado planes y políticas que vayan cierta y eficazmente a combatir la corrupción que cada vez nos agobia de manera tan dramática?!

¿Qué ha pasado con las promesas, los programas y estrategias que tanto hemos anhelado, para combatir y acabar con las grandes y crecientes expresiones de violencia, delito y criminalidad que azotan al país cada vez con mayor ferocidad y sofisticación?.

Tal parece que todos ellos, entre muchos otros y a pesar de los muchos esfuerzos que se hacen, seguirán siendo – por el momento- nuestros más fervientes anhelos y aspiraciones, para continuar creciendo como individuos, sociedad, Estado y nación.

*Abogado. Especializado en Planeación de la Participación y el Desarrollo comunitario; en Derecho Constitucional y Normatividad Penal. Magíster en Gobierno.