Por: LUIS CARLOS GAVIRIA ECHAVARRÍA

En las entrañas del suroeste de Antioquia yace una arteria vital, una promesa
incumplida que ha marcado la vida de sus habitantes durante más de una década.
La vía Covipacífico, un proyecto que en sus inicios vislumbraba un cambio radical
en la movilidad y el desarrollo regional, ha sido testigo de años de espera,
desencuentros políticos y promesas incumplidas.
Pero más allá de ser simplemente una carretera en construcción, la Covipacífico
se ha convertido en un símbolo de la lucha entre la inacción gubernamental y la
firme defensa de los intereses de una comunidad desesperada por progreso. En
este escenario, congresistas como el senador Juan Felipe Lemos Uribe y Norman
Ignacio Correa Betancur han emergido como figuras clave, desafiando la parálisis
política para luchar por la finalización de esta vía.
Con esta denuncia quiero que nos adentremos en el laberinto de retrasos,
disputas y la defensa acérrima de líderes regionales que se han convertido en la
voz de aquellos que padecen las consecuencias de una infraestructura inconclusa.
Desde la parálisis de las autopistas 4G hasta las acusaciones de recortes
presupuestarios, esta es la historia de una región que clama por movilidad,
desarrollo y una voluntad política que transforme las promesas en realidad.
Durante más de una década, los habitantes del suroeste de Antioquia hemos
soportado la agonizante espera por la conclusión de la vía Covipacífico, una ruta
que prometía conectar y dinamizar la región. Con 14 años en el limbo de la
planificación, esta vía, vital para la movilidad y el desarrollo local, sigue siendo un
anhelo incumplido.
La historia de la Covipacífico se entrelaza con cambios gubernamentales, cada
administración prometiendo avances que, en realidad, se han traducido en ocho
años de expectativas durante la presidencia de Santos, seguidos por cuatro bajo
Duque, y ahora, con un vislumbre de otros dos años bajo la gestión de Petro. Sin
embargo, los resultados siguen siendo "nada de nada".

Los conflictos entre el concesionario y el grupo AVAL, liderado por Luis Carlos
Sarmiento Angulo, han sido un bache insalvable en el camino hacia la finalización
de esta infraestructura. La falta de recursos, según argumenta el presidente
Petro, ha sido la razón esgrimida para la parálisis de una vía que es vital para los
habitantes, turistas y la economía regional.
Los testimonios de quienes padecen las consecuencias de esta parálisis son
conmovedores. Los viajes que deberían ser de horas se convierten en travesías de
cuatro o cinco, poniendo en riesgo la salud de quienes se aventuran por esta ruta.
Los habitantes del suroeste de Antioquia merecen una movilidad digna y segura,
no una odisea que conlleva riesgos para la salud.
Pero la situación va más allá de las dificultades prácticas; se ha convertido en un
campo de batalla político. Las acusaciones de recortes presupuestarios por parte
del gobierno de Petro han encendido alarmas entre los congresistas antioqueños,
quienes temen represalias que puedan afectar el desarrollo de la región. La
incertidumbre prevalece sobre si estos retrasos son una estrategia política o una
verdadera limitación de recursos.
En medio de esta encrucijada, las esperanzas se aferran a una urgente muestra de
voluntad política. Norman Correa, posible candidato a la cámara de
representantes, clama por esta voluntad como el antídoto para desatar el
estancamiento que aqueja a la vía del municipio de Amagá y, por extensión, a
toda la región.
La vía Covipacífico sigue siendo una promesa incumplida que deja a su paso
desilusión y dificultades. Los habitantes de esta zona merecen más que meras
palabras y promesas vacías. Requieren acciones concretas y compromiso genuino
para superar las barreras que obstaculizan su movilidad y su desarrollo.
La parálisis de la vía Covipacífico no es un aislamiento en el vasto escenario de la
infraestructura vial en Colombia. Las autopistas 4G también han caído en el
embrollo de la inacción, siendo estranguladas por decisiones que ahogan el
progreso. El presidente Petro ha sido señalado por su presunta participación en
este estancamiento, lo que ha generado una creciente preocupación entre los
congresistas antioqueños.

En este tablero político, el senador Juan Felipe Lemos Uribe y el ciudadano
Norman Ignacio Correa Betancur se han erigido como figuras destacadas,
plantándose firmes y desafiando esta corriente de inmovilidad. Su defensa
vehemente de los intereses del suroeste de Antioquia es evidente en su lucha
incansable por sacar adelante proyectos vitales como la Covipacífico.
El congresista Lemos Uribe y el ciudadano Correa Betancur no han dudado en
enfrentar los obstáculos políticos y las supuestas agendas de recortes
presupuestarios. Han sido la voz de aquellos que han esperado durante años una
solución a su precaria situación de movilidad. La dedicación de Lemos Uribe y
Correa Betancur ha sido fundamental para mantener viva la esperanza de que la
vía del municipio de Amagá, y con ella la región entera, finalmente vea la luz al
final del túnel.
En el escenario actual, donde las palabras parecen perder fuerza ante la inacción,
estos congresistas han demostrado que la acción política responsable puede ser
un motor poderoso para desbloquear los proyectos atascados en la burocracia y
los conflictos de intereses.
La Covipacífico y las autopistas 4G se convierten así en un emblema de la
necesidad de una gestión gubernamental efectiva y comprometida con el
bienestar de sus ciudadanos. Lemos Uribe, Correa Betancur y otros líderes
regionales son la voz que reclama soluciones tangibles, no promesas vacías o
disputas políticas que dejan a la comunidad en el abismo de la incertidumbre.
El sur de Antioquia anhela más que discursos y enfrentamientos políticos.
Requiere acciones concretas y cooperación entre las esferas gubernamentales
para superar los obstáculos que han impedido su progreso durante demasiado
tiempo.