Por: LUIS FERNANDO PÉREZ

 Cuando desde la Junta Directiva de EPM, se efectúa una acción cualquiera, sus repercusiones son veloces y holográficas en su entorno y, alcanzan hasta el último rincón de su institucionalidad, que les devuelve equivalentemente lo que de ella ha recibido, según la ley de la naturaleza cuando expresa: “el que la hace la paga”, adquiriendo así una sospechada dimensión social y jurídico-legal en las leyes del hombre. 

Un empresario o gobernante argumentará, por cierto, que, si esto fuera verídico las acciones de la Junta directiva no podrían desplazarse en el edificio inteligente a una velocidad mayor que la luz, pero las enseñanzas de EPM como Empresa de Clase Mundial, evidencia que “el pensamiento veloz, innovador y creativo de quienes la dirigen pueden llegar a todos los rincones de la institucionalidad que la sostiene”.

Los dueños de EPM (el pueblo), no deben estar dispuestos a incendiar y castigar las malas acciones que allí se puedan cometer.  Es la violación de sus leyes y principios que la rigen la que hace que se castiguen a sí mismos quienes asumen una responsabilidad social y ética con la empresa, joya y corona de sus dolientes ciudadanos, que le auguran crecimiento, supervivencia social, educativa, económica y financiera.

De este modo, la auténtica moral y la verdadera justicia trascienden absolutamente a la cultura profesional y estructura ética de sus líderes inspiradores, creativos y dinamizadores que la direccionan, y no dependen para nada de los códigos caprichosos ideados por sus gobernantes en cada período de su Mandato.  En el escenario de la Constitución Nacional y las Leyes de Colombia que regulan a EPM, los culpables de su violación, de sus principios y legalidad serán invariablemente castigados, a la larga, sea quien sea, y los justos e inocentes siempre serán validados, reconocidos y respetados por el pueblo como personas que defienden el honor y la verdad de tan majestuosa institución.

La justicia del hombre no alcanza a donde llega la justicia divina.  Pareciera que no somos capaces de percibir los efectos de ésta última, por lo que sería fácil, para algunos, negar su existencia ante las leyes de la naturaleza.  Lo que ocurre es que la modalidad de sus penas suele estar más allá de nuestra humana comprensión, pero en verdad, ante ella no podemos tomar una postura abscóndita que pretenda engañar a sus usuarios y comunidades a quien tiene dirigidos sus servicios públicos.  Tanto así, que, si las percibiéramos, podríamos inclusive confundirlas con un premio.  Tampoco se hacen públicas y operan en la intimidad de los culpables.  Razón tenían nuestros abuelos cuando decían: “entre cielo y tierra no hay nada oculto”.

Hoy, nos ha quedado claro que, con la nueva Junta Directiva de EPM, se abre un nuevo escenario y un nuevo paradigma mental para oxigenar la institucionalidad y reorientar el rumbo, sin perder la brújula de la verdad y su misión empresarial.  Sus nuevos miembros directivos tienen la solvencia profesional, la experticia y la estructuración ética y moral para conducir a EPM con altos niveles de confianza, credibilidad e idoneidad, y constituirse en garantes del cumplimiento del objetivo misional de las Empresas Púbicas de Medellín.

Con frecuencia, los incrédulos, proselitistas bandarraces e interesados en la individualidad, pretenden menoscabar y jibarizar la imagen reputacional de EPM y subvalorar los nuevos miembros de la Junta Directiva, sin argumentos lógicos y veraces que puedan sopesar sus cuestionamientos precedidos de la mala fe.  Lo cierto es que en estos momentos de crisis no podemos tratar de adelantar la hora de los éxitos con posturas irreflexivas, livianas, ligeras, huecas y vacías, buscando con la estigmatización a las personas que con responsabilidad han asumido el reto de buscar soluciones mediante el diálogo, la mesura, la serenidad, idoneidad y decencia para mermarle a la clínica del rumor incendiaria, apresurada, emocional y dañina, como se pretende desorientar a la comunidad local, departamental, nacional e internacional.

Como ciudadano de a pie, y usuario de EPM, creo que con enfrentamientos estériles y de poca monta no se defienden las instituciones y su identidad por el solo hecho de sentir amenazadas las apetencias personales, partidistas, privadas y de poder empresarial, en detrimento del componente teleológico en que está enmarcada esta organización empresarial de servicios públicos.  Estoy seguro que el mejor camino para elevar la confianza y credibilidad de EPM en forma sana, sabia y prudente es haciéndolo a partir de valores morales y éticos que emanan de los parámetros legales, tecnológicos, científicos, humanos e institucionales trascendentales, que están, estuvieron y permanecerán siempre inscritos en la memoria del pueblo y que yace, por lo tanto, en lo profundo de nuestra chispa divina, simple emanación del Ser Supremo, para seguir luchando por la defensa de nuestro mayor patrimonio público, referente significativo de muy alta calidad para el mundo entero.

Satisfacer las necesidades básicas de los usuarios es su razón de ser, y no a la muchedumbre explotadora que ha querido distorsionar y desorientar el objetivo misional de EPM, comprendiendo que, al seguir el camino correcto, fijado desde su creación, se logrará el éxito integral en lo que atañe al real fin humanitario y social de tan sagrada institución.

LUIS FERNANDO PÉREZ