Por: Balmore González Mira

Dios te bendiga Madre hermosa, a través tuyo que este sea el homenaje para las Madres Madres, para las Madres de verdad.

Celebrar el día de la Madre lamentablemente se ha convertido en un espacio más de comercio que en uno de verdadero reconocimiento al ser más especial y valorable pero no valorado de la humanidad,  y paradójicamente se convierte en el día más violento y de más borracheras a lo largo de la geografía nacional.
Quienes la tenemos aún, gracias al creador, hemos podido acumular un sinnúmero de anécdotas y enseñanzas que muy pocos seres humanos sobre la tierra nos podrían regalar. Somos unos privilegiados quienes hemos tenido al lado a estos divinos seres que en esos recuerdos de infancia nos curaron permanentemente  con sus inolvidables remedios caseros, su amor, su dedicación y sobre todo su consolación acompañada de unas palabras sabias que solo pueden salir del corazón de una Madre. Hasta su saliva curaba morados, raspones y cortadas. Las de ahora, las dedicadas, donde incluyo a la madre de mis hijos, aunque más modernas, heredaron parte de estas fórmulas, basadas en la bebidas, la cebolla de huevo, la miel de abejas y el limón, benditos para la tos, el daño de estómago y las lombrices. Cómo olvidar las frotaciones de alcohol, los nevroseda, las aspirinetas y el mejoral; quién de mi edad no recuerda el miertolate, el eterno Vick VapoRub, la para todo terramicina optalmica; el polvo rojo para los piojos y la inolvidable Duryea de Maizena para calentar el cuerpo, entre muchos otros menjurjes.
Fueron pasando los años y crecimos y formamos nuestras familias y la Madre sigue vigente en sus buenos consejos, los cuales también hacen parte del inventario para nietos y bisnietos, no sé moje acolarado, no camine descalzo, no abra la nevera cuando llegue, no salga al sereno que se acabó de despertar, no se quite esa camisa que está sudando, en fin, no sé cansan de predicar, como si fuese un mandato divino.
Y ahí está mi Madre, a sus 92 años, dando consejos, orientando, guiando con sabiduría a toda la tribu, jamás termina la tarea, sigue regañando a sus niños, sus hijos, esos que entre 70 años del mayor y 55 años del menor siguen siendo sus niños. Aún se preocupa por lo que fue la comida y que tanto comieron, en acomodarle la almohada para que se recueste, y yo me pregunto, jamás terminará su tarea, la de educar y edificar, la que llamábamos cantaleta en nuestra juventud y que ahora con los años la etiquetamos como el sabio consejo de una Madre.

Dios te bendiga Madre hermosa, a través tuyo que este sea el homenaje para las Madres Madres, para las Madres de verdad.

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