María Alejandra Vallejo Roldán

He tenido oportunidad de hablar con varias personas a lo largo de mis 42 años, algunos amigos, otros conocidos y otros simplemente causalidades  con las que he podido tocar varios temas. Mi madre alguna vez me dijo: “Hija con la gente no se habla ni de política ni de religión porque se pueden herir susceptibilidades.”  ¿Y saben qué? Tenía toda la razón, puesto que cada persona opina de acuerdo a su experiencia de vida.   La cosa es muy simple, en este artículo no pretendo hacer cambiar la opinión de nadie sobre el tema objeto “Violencia, política y narcotráfico”, por el contrario pongo mi opinión sobre la mesa, y lo hago como siempre lo he hecho desde el mayor respeto.   Sé que cada uno de ustedes lectores tiene una opinión absolutamente respetable. Puede ser parecida a la mía  o puede ser contraria, escribo esto a sabiendas de que se trata de un tema bastante complejo, delicado y sobre todo muy doloroso para algunos de ustedes.   La idea no es como decimos acá en Antioquia “meter el dedo en la llaga” por el contrario escribo con el fin de empapar con un poco de historia y quizás dejar un mensaje a los jóvenes que aún hoy creen que el tema del tráfico de drogas es un mundo donde se “consigue dinero fácil”, porque todos desde nuestra distintas vivencias sabemos que eso de fácil no tiene nada.

Con este artículo busco que los jóvenes de las generaciones actuales y que no fueron ni partícipes ni actores ni espectadores de las décadas de los años 80´s y 90´s conozcan de esa cruenta guerra de poderes que se vivió con la conformación de los carteles del narcotráfico, las administraciones de turno y su marcada influencia en la clase política.

Para ninguno de los habitantes del territorio colombiano es un secreto que la guerra del narcotráfico no solamente se vio en las calles de nuestras ciudades y pueblos, sino que también permeó la clase dirigente y las más altas clases sociales de nuestro país, esto es una realidad a viva voz.

Desde que tengo uso de razón he tenido conocimiento de los llamados carteles de la mafia “el Cartel de Medellín”, “el Cartel de Cali”, “el Cartel del Norte del Valle”, y de los grupos al margen de la Ley que nacieron dos de ellos con el propósito de “proteger a la sociedad civil de las desigualdades sociales” estos son las FARC y el ELN. En contraposición  surge otro grupo con un propósito de contrarrestar los perjuicios causados por las primeras.   Surge en principio como un grupo de ciudadanos cansados de las extorsiones y de los atropellos de los grupos guerrilleros.  Crearon una cooperativa de vigilancia y seguridad las llamadas “CONVIVIR” que después de unos años se convertirían en las AUTODEFENSAS UNIDAS DE COLOMBIA “AUC” lideradas por los hermanos Carlos, Fidel y Vicente Castaño (quienes unos años más tarde serían dados de baja). Este grupo al igual que los dos anteriormente citados perdió su norte y su objetivo central convirtiéndose en quizás el más sanguinario, despiadado y destructor de los grupos al margen de la ley.

Con el paso del tiempo las guerrillas y las AUC perdieron su visión y el objetivo de su creación y se dedicaron al secuestro, al narcotráfico entre otros delitos y a poner en jaque a los dirigentes.  A estos se sumaron las nuevas generaciones de bandas delincuenciales, hoy en día mal o bien llamadas “BACRIM” (bandas criminales).  Aunque las cosas no son tan fuertes como en la época de los grandes carteles no significa que sean menos importante y/o que no tenga las mismas consecuencias letales que tenía en la década de los años 80´s –  90´s.   En esa época me tocó vivir la violencia con la explosión del edificio de propiedad del señor Pablo Escobar el Mónaco, ubicado en el barrio El Poblado.   Para ese entonces era todavía una niña y no entendía muy bien lo que pasaba con nuestra ciudad, ni mucho menos que esta cruda realidad se extendería por largos años.

El auge del narcotráfico empieza en los años 70 con el comercio de la marihuana, según el libro “Los jinetes de la muerte”: “En 1972 empezó a trascender a la prensa la historia de unos señores costeños, medio exóticos que hacían pública ostentación de grandes capitales que, según explicaban ellos mismos, provenían de la venta de una yerba que, para la idiosincrasia colombiana, solo se fumaba en el festival Woodstock: la marihuana.”

Actualmente, la palabra narcotráfico tiene variadas acepciones pero la más utilizada podría ser: “actividad ilícita de producir, transportar o vender drogas ilícitas o las sustancias que se utilizan para producirlas” En el amplio mundo de las sustancias podemos destacar como las  más traficadas a nivel mundial son la marihuana, la cocaína, la heroína y las anfetaminas, aunque se debe tener en cuenta que con el trasegar de los años, estas son solo algunas de las sustancias ilegales de alta gama, ya que cada vez se utilizan más mezclas, sustancias sintéticas y medicamentos de uso médico.

Desde los años 70 en Colombia se han conocido en temas de mafias los siguientes carteles:

  1. Quizás el más grande y más nocivo y tristemente oriundo de nuestra ciudad fue el Cartel de Medellín, con él se apagaron muchas vidas de jóvenes que, quizás habiéndole encontrado otro sentido a su vida, probablemente no habrían terminado bajo las garras de esta asquerosa y mundana realidad de la fiera que era el cartel de Medellín.  Esta fue la organización delincuencial más conocida en el mundo, y de la cual hicieron parte los más sanguinarios y poderosos narcotraficantes del país, entre los que podemos destacar a su máximo jefe y quien fuera considerado como el hombre más buscado en el mundo entero Pablo Emilio Escobar Gaviria, a Gonzalo Rodríguez Gacha alias “El Mexicano”, a los hermanos Ochoa (Fabio, Jorge Luis y Juan David) y por último pero no menos importante aunque en el mundo delictivo no fue muy mencionado a Carlos Lehder.

Este cartel aparece a mediados de 1976 cuando se empezó a realizar tráfico de droga, especialmente base de coca del vecino país Perú, que era procesada en una empresa de carácter ilegal por obvias y evidentes razones, obteniendo  múltiples y amplios ingresos y creciendo económica y militarmente.

  1. El Cartel de Cali:  No fue menos sanguinario, sangriento y envolvente. Fue uno de los precursores de la guerra desatada por el poder entre carteles comandado por los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela.  Desde su conformación se caracterizó por su organización y su objetivo claro de causar daño a la sociedad colombiana, a través de la ejecución de actividades ilícitas tales como el tráfico de drogas, el lavado de activos y el terrorismo característico tanto en los carteles como en los grupos al margen de la Ley. El eje de producción de este cartel  fue el departamento del Valle del Cauca, utilizaban las tierras para la producción de cocaína y los puertos cercanos, estamos hablando nada más y nada menos que del Puerto de Buenaventura para exportar dicho alcaloide a Estados Unidos y el mundo.

  1. El grupo al margen de la Ley y narcoterrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),  fue el encargado hasta hace muy poco de sembrar el terror en gran parte del territorio nacional, en principio surgieron como un grupo “social “y con el paso de los años su objetivo principal da un giro de 180 grados virándose así al uso de la fuerza y al desplazamiento forzado de los campesinos con el propósito de apropiarse de sus tierras y único medio de sustento para utilizarlas  para cultivos ilícitos.

  1. El Ejército de Liberación Nacional (ELN):  De acuerdo con la historia en el año 1965 surge más como un partido político armado, que como una organización de carácter militar, su eje central ha sido la creación de un ejército y la revolución más que el cambio social. Si bien es cierto que le ha apostado a ser una guerrilla social, se ha evidenciado que se ha financiado fuertemente con  nexos con el narcotráfico y su lucha armada.

  1. El Cartel del Norte del Valle: Nace de la separación del cartel de Cali liderado como se describió antes por los hermanos Rodríguez Orejuela,  y pasó a ser propiedad del clan de la familia Henao. Estos últimos continuaron con el terror, pero esta vez en el norte del departamento del Valle y su comercialización de estupefacientes hacia los Estados Unidos.

Estos carteles en su momento sembraron el terror, el miedo y la zozobra en las familias de todas las clases sociales de nuestro país.

La situación antes descrita en gran parte, se debió al frágil y precario régimen político del Estado donde por su poca firmeza y quizás tal vez baja solidez no actuó en calidad de árbitro del conflicto, es decir luchar por la igualdad y la inclusión de las poblaciones de las periferias de las ciudades y más vulnerables de una sociedad que fue creciendo de una manera despiadada y en donde cada vez se abría más la brecha entre los “pobres” y los “ricos.  Situación que tristemente hoy día sigue siendo una realidad en nuestro país, y en donde “los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres”.

En este orden de ideas, la fragilidad y la precariedad del Estado Colombiano dio como resultado el pobre y lento desarrollo económico, así como la asimetría de las relaciones entre el centro y las periferias haciendo de estas últimas unos lugares alejados y cada vez más olvidados de los dirigentes. Así mismo, estas situaciones fueron generando una desigualdad por la no satisfacción tanto de las necesidades básicas de las poblaciones, y el no respeto de los derechos conllevando al continuo sometimiento de estas  al aumento de la pobreza, el atraso y la violencia constante.

Por otro lado, en lo que se refiere a la clase política y dirigente del país esta encontró en las periferias y en la población más vulnerable y menos favorecida (por llamarle de alguna forma) el escenario perfecto para obtener prebendas electorales en contraprestación de los beneficios del desarrollo utilizando recursos públicos como mecanismo para garantizar la lealtad a los políticos regionales.

Por lo tanto, y siendo visto desde una perspectiva más social que política, se puede concluir que bajo estos argumentos y parámetros esta situación de vulnerabilidad de las clases ubicadas en las periferias y las ganas de manipular la política de las clases altas  sería el escenario perfecto para confluir el incremento de las actividades ilegales, la corrupción, y el nacimiento y desarrollo de las grandes mafias tal y como se conocen hoy en día.

Como bien se ha manifestado a lo largo del presente, el origen del negocio del narcotráfico se fue consolidando bajo el tráfico de la cocaína, y este empezó consiguiendo la materia prima en otros países para luego ser procesada en nuestro país con el propósito de ser enviada a los mercados de los Estados Unidos.

La economía ilegal trajo consigo la creación de toda una clase delincuencial saliente de las regiones, las cuales tenían la capacidad de cooptar, penetrar y confrontar todas las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales de nuestro país, esto a su vez trajo unas nefastas consecuencias, un Estado precario o ausente en mucha parte del territorio por no decir que en la mayoría.  El resurgimiento de la cultura patronazgo – clientela y el uso constante y despiadado de la violencia que sería el arma principal y constante para los tiempos posteriores.  Este uso despiadado cultivaría el escenario perfecto para que la sociedad lograra inclinarse fuertemente hacia la cultura de la ilegalidad que hasta la actualidad tristemente logra hacerse cada vez más fuerte y logra reinventarse y resurgir.

En tanto la economía surgía como arroz con la venta, compra y exportación de estupefacientes, la política también se veía permeada por estos grandes males, queriendo esto decir que el Cartel de Cali viendo lo peligroso que era estar en la mira de las autoridades judiciales y de la policía Nacional deciden entonces infiltrar los partidos políticos jugándose un acercamiento con el partido liberal. Financiaron campañas presidenciales generando el escándalo del proceso 8000 de la campaña del entonces candidato Ernesto Samper Pizano.

A partir de este evento no ha habido campaña que no haya sido cuestionada y/o investigada por infiltración de dineros del narcotráfico.  Ha habido muchos intentos de terminar con los grupos ilegales, tanto las guerrillas como la delincuencia común, pero hasta ahora todos han sido infructuosos.  El narcotráfico dejó una mala hierba que ha sido imposible de erradicar.