Por: Balmore González Mira
Los antioqueños nos ufanamos y sacamos hoy pecho por las vías que nos están construyendo entre Medellín y Urabá, ellas no son el resultado de un ejercicio que haya empezado en los últimos años; esas espectaculares vías con sus viaductos y túneles son producto de la planeación que comenzó hace dos décadas bajo la brillante presidencia de Álvaro Uribe Vélez para darle desarrollo a la más próspera región de Colombia e integrarla con el resto del país a través de unos excelentes proyectos terrestres que convirtieron unos caminos que parecían veredales en unas maravillosas vías 4G que hoy podemos disfrutar. Los viajes por aquellas calendas eran un martirio, horas interminables y vehículos descompuestos por aquellas destapadas carreteras, que contrastaban con los exuberantes paisajes de la región. Urabá ya era hermosa, pero llegar allá era tortuoso. Las vías de la montaña, hermoso nombre,  recuerdo que el Presidente Uribe decía tenían que ser la cercanía entre el mar de Urabá y la capital antioqueña para acercar el desarrollo y que a través de su constructor ISA, debían ser todas en doble calzada. Proyecto,  que como muchas cosas del gobierno siguiente dio al traste, pues se demoró en su ejecución, las llamaron las vías de la prosperidad, recortaron sus presupuestos y muchos de sus tramos quedaron como vías de una sola calzada, que aunque muchas espectaculares, se quedarán cortas para la lectura que estamos haciendo de la frecuencia de vehículos que la transitan diaria y nochemente y que serán muchos más cuando prontamente pongan en operación los túneles y viaductos del Toyo y los de la variante de fuemia.
Mutatá, el municipio de Urabá más cercano de Medellín quedará a tres horas y el mar allí muy cerca, serán los atractivos turísticos de todos los antioqueños y de millones de colombianos y extranjeros que visitaremos estas paradisíacas tierras. El eje bananero desde Chigorodó, Carepa y Apartadó con sus llamativas agroindustrias; Vigía del Fuerte y Murindó con sus potencialidades sobre el río Atrato; y más hacia el norte, donde el distrito de Turbo y la siempre maravillosa Necoclí tienen su propia historia y nos abren a la navegación hacia los paraísos de Chocó cercano. San Pedro de Urabá con su invitación al agua dulce y al  turismo agroecológico; San Juan con sus aún inexplorados balnearios de Uveros y todo por descubrir; hasta llegar a Arboletes, donde el sol y el mar en las tardes se unen para cambiar de colores, el agua se vuelve azul con matices verdes y el sol con un rojo amarillo que pareciera que los pintores lanzaran pinceladas cobradizas sobre el astro rey. Arboletes,  el municipio con mayor potencial turístico y como el mejor destino que hoy tenemos los antioqueños en nuestro mar marca una diferencia en su progreso y desarrollo. Este fin de semana que recorrí sus calles y sitios fantásticos pude descubrir, que entre Medellín y Arboletes, nuestro mar de Antioquia, sólo hay que atender con urgencia esos 77 kilómetros que separan a Necoclí – San Juan y Arboletes para que esa vía sea el deleite mayor del mejor paisaje que cualquiera pueda disfrutar, ya que la vía entre Montería y Arboletes es una maravilla.
Urge que los gobiernos nacional y departamental busquen arreglar inmediatamente la cesión de contrato a un contratista responsable para que en el menor tiempo posible, arreglen una vía, Necoclí – San Juan – Arboletes,  tan necesaria y transitada como aquellas que hoy 20 años después de comenzar su planeación, son casi una realidad para todos los colombianos y visitantes de otras latitudes.

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