Por: Misael Cadavid MD

Los estudiantes viven lo mismo en casi todo el mundo.

El concepto de educación virtual venía ganando terreno en los últimos años, pero la pandemia por Covid 19 obligó a las instituciones a cambiar sus métodos de enseñanza súbitamente. Indudablemente ha sido una buena solución, pero definitivamente la presencialidad aún hace parte integral y además cultural del proceso de enseñanza.

Y es que aprender es un acto social. La gente quiere estudiar con seres humanos y quiere la validación de los demás.

Además indiscutiblemente la universidad define la identidad y el oficio, prepara para la vida productiva y no nos digamos mentiras nos ayuda hasta a conseguir pareja. Con la virtualidad todo queda cohibido.

Siempre hemos visto la universidad como uno de los momentos más importantes y trascendentales en nuestras vidas, estar inmersos en el ambiente universitario significa abrirse paso a un mundo de nuevas experiencias, valores, amigos y forjar las bases definitivas para la independencia, pero la Covid derrumbó esas ilusiones, los estudiantes están condenados a recibir las clases en línea en sus cuartos por demás frívolos, gélidos, insensibles, anodinos y aburridos. Apenas se conocen los compañeros virtualmente como viendo un álbum de figuritas y el placer de celebrar el fin de los exámenes con una cerveza parece lejano.

La virtualidad le está haciendo perder a los estudiantes las experiencias que jamás se volverán a vivir.

Lo único seguro es que mientras no haya una vacuna, un tratamiento efectivo o lleguemos a la tan anhelada inmunidad de rebaño las actividades académicas tendrán que seguir on-line. Está en juego el control de la pandemia, pero también la salud mental de las próximas generaciones quienes garantizarán la estabilidad y la prosperidad para todos.

Después de la pandemia la presencialidad seguirá vigente, pues en la virtualidad falta espontaneidad esa que engrandece el debate en los espacios académicos.

Sin lugar a dudas la academia migrará cada vez más hacia una flexibilidad curricular, no solo en el sentido de que se pueda estudiar sin la presencialidad, sino que los estudiantes podrán formarse  simultáneamente en varias disciplinas. Ese es el hombre posmoderno el de la Revolución Industrial, el que se empezara a formar con estrategias tipo maestro-aprendiz tan exitosas en El Renacimiento auspiciadas por los mecenas Medici de Florencia.

¿Será que la escuela y la universidad desaparecerán? ¿O quedarán minimizadas a pequeños programas?

Estamos en una etapa de la humanidad donde sabemos qué hay un futuro, pero no tenemos la menor idea de cómo va a ser.