Por: Balmore González Mira

Quienes ya superamos cinco décadas de existencia y podemos hacer memoria de lo que ha sido la violencia en este país, debemos  recordar lo que para muchas familias ha significado el secuestro y desaparición de miles de sus seres queridos.

Desde el siglo pasado cuando criminales y grupos terroristas comenzaron a justificar su financiación con este macabro delito han sido cientos de miles las familias que hemos sufrido con este abominable crimen. Tal vez, es probable, que no haya habido una sola familia en Colombia que esté exenta de haber sufrido afectación por un secuestro de un cercano, conocido o pariente.  También es bueno recordar que a finales del siglo XX los secuestros eran masivos y los mal bautizaron “pescas milagrosas”, que rebautizamos “pescas horrorosas” que no eran más que los retenes criminales de los grupos terroristas en las carreteras donde se llevaban a las personas por dinero, por apellidos, por simple sospecha o por lugar de nacimiento, unos regresaron y otros muchos fueron asesinados y desaparecidos y hoy esos crímenes impunes se están olvidando. Y también la modalidad donde nos tenían secuestrados en los pueblos, porque producto de lo anterior no podíamos salir de las cabeceras urbanas de los municipios.

Al momento de escribir este recuerdo vergonzoso de un capítulo de nuestra patria que parecía superado, aún no han liberado al papá de Lucho Díaz, el jugador internacional que cada tres días nos pone en el ojo del mundo por ser uno de los mejores futbolistas del planeta. Un padre de cuna humilde que  contó con la mayor fortuna de tener un hijo que solo le da gloria y buen nombre a nuestro país; secuestrado al lado de su esposa y ella posteriormente liberada por la presión de la fuerza pública. Sus secuestradores manifiestan que es un error y que pronto lo dejarán libre. Pedimos por su vida e integridad física, ya la sicológica está completamente afectada.                  Hoy nuevamente somos vergüenza internacional. Espero que al momento que estén leyendo estas notas, ya esté nuevamente el Mane Díaz con su familia.

Como ellos, nuevamente decenas de colombianos tienen a sus seres queridos secuestrados y padecen cómo ninguno está aberrante situación que no solo pone en vilo a sus familias sino a una sociedad completa. Secuestrados anónimos por los que también pedimos libertad.

El sábado 4 de noviembre fueron secuestrados en el suroccidente antioqueño unos jóvenes que estaban en tareas agropecuarias en su finca, fueron rescatados horas después por las fuerzas militares y de policía, gracias a la reacción ciudadana y al oportuno actuar del Gaula. La primera información nos llenó de pánico e indignación y la segunda de alegría y esperanza.

Cerremos recordando de manera lamentable que recientemente han sido secuestrados miembros de nuestra fuerza pública y algunos vilmente asesinados. Por ello es hora de pedir a un solo grito que haya seguridad en nuestro país, que cese el secuestro maldito y que Colombia pueda retomar el rumbo de la tranquilidad y sobre todo lograr la paz verdadera que anhelamos todos y que le debemos a nuestras actuales y futuras generaciones.

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