Por MANUEL ANTONIO PÉREZ PUERTA

Hoy, septiembre 2021, y pensando en el esperado 2022, encontramos un empate entre tres fuerzas maltrechas cuyos seguidores, al menos en dos de estas fuerzas políticas, al igual que barras bravas siguen fanáticamente a sus líderes mientras tienden a odiar sin compasión a sus contradictores.                                     

Hoy encontramos un centro confundido, con sus líderes más pensando en ellos que en el destino del país y por ello incapaces de una propuesta unida donde las vanidades y egos por una vez se dejen de lado. Su gran fortaleza el alejamiento de los extremos y el entendimiento que el odio debe deponerse y la reconciliación de los colombianos es una decisión sin la cual no habrá progreso en nuestro país.  Su debilidad, muy buenas figuras políticas pero incapaces de deponer sus egos y vanidades.                                         

Entre tanto la izquierda espera a un Petro con una buena base de seguidores, la mayoría jóvenes, anhelando un cambio que modernice el país de acuerdo con las nuevas realidades. La lucha contra el cambio climático, contra la excesiva desigualdad, la falta de oportunidades y la terrible corrupción que se ha enquistado en las fuerzas políticas y de poder que han manejado por décadas nuestro país. Su fortaleza, una base joven de votantes que se aprestan a dirigir el país en los próximos años. Su debilidad, la gran desconfianza que genera en las clases medias y altas su propuesta política cuando la izquierda en nuestro continente, en la mayoría de los casos, ha dejado más problemas que soluciones. Solo basta pensar en la tristeza que genera en sus conciudadanos el -por llamarlo de la manera más benigna- perverso gobierno de Ortega en Nicaragua y el desastre de Chávez y Maduro en Venezuela. La esperanza, muy lejana, por cierto, un Petro que gobierne como Mujica en Uruguay o, al menos, como AMLO en México; este último mostrando más bien poco, pero cuando no hay más, algo es algo.                                                 

 Y una derecha bien maltrecha, responsable de lo poco que queda del país después de décadas de dirigirlo; responsable de la desigualdad y la pobreza de millones de colombianos, del deterioro del medio ambiente y sobre todo del cáncer de la corrupción que tuvo su último desenlace con la ex ministra Karen Abudinen, y la forma intolerable cómo fue asumida por el presidente Duque y la mayoría de los grupos políticos que lo acompañan.         

En síntesis, nos esperan unas elecciones con mucho odio y muy pocas ideas, con un desenlace donde no hay favoritos y, en donde para muchos, como en el caso del añorado Antonio Caballero, el pesimismo total cunde.