Por: Sergio Zuluaga Peña

¿Por qué la esperanza y la emoción de la democracia se han ido, por qué tantos estados latinoamericanos se están desmoronando, por qué los jóvenes están tan frustrados, por qué hay tantos refugiados y qué se puede hacer al respecto? Poner fin a décadas de excepcionalismo y devolver Latinoamérica a la corriente principal de los desarrollos globales.
Las rebeliones parecen hacerse a nombre del regreso de la política y la reafirmación de la soberanía popular frente a sus líderes corruptos, el populismo usando un falso lenguaje de esperanza y un florido lenguaje incitan a los hombres y mujeres jóvenes que depongan a sus líderes y traten de construir sociedades nuevas y mejores. Hoy, latinoamérica se encuentra en una profunda crisis, algunos Estados de eso no tienen sino el nombre, ya que sus territorios han caído en el control de grupos armados asesinos. En los países restantes, las viejas falsas democracias se han reafirmado. La represión en casa ahora se ve agravada por el intento de generarse un conflicto regional en una escala sin precedentes, y la frustración resultante ha llevado a los mayores flujos de refugiados jamás recordados en la memoria. ¿Qué salió mal? las deficiencias estructurales de los estados y sociedades latinoamericanas deben estudiarse y trabajarse, lo que nos ayudará a comprender por qué el despertar democrático no se ha producido sino que ha dado paso a guerras civiles, divisiones regionales y la reafirmación del absolutismo bajo una falsa democracia. Esto plantea la pregunta obvia y renovada de si hay algo inherente en la condición de ser latinoamericano que nos hace especiales y tan vulnerables históricamente al absolutismo, ¿será esta condición la que hace que esta parte del mundo sea impermeable a las tendencias generalmente observables hacia una mayor rendición de cuentas, participación popular en la toma de decisiones políticas, mayor generación y división más justa de la riqueza económica?
El estadista romano Cicerón escribió hace unos 2000 años en sus Tratados sobre la República y de las características indispensables que una comunidad política debe poseer si desea sobrevivir.
Escribió, palabras más palabras menos que: a menos que un Estado mantenga un equilibrio de derechos, deberes y funciones para que los funcionarios estatales posean suficiente poder, deliberaciones de la ciudadanía líder, y suficiente autoridad, y la gente tenga suficiente libertad, no es posible que se mantenga estable.
Esto lamentablemente, no es una descripción que se aplicaría a muchos Estados
Latinoamericanos contemporáneos. Cómo entender el porqué de ese equilibrio de derechos, deberes, funciones ha demostrado ser tan difícil de alcanzar. ¿Por qué quedan ausentes las deliberaciones significativas con la ciudadanía? ¿Por qué los Estados administrativamente débiles confunden el poder coercitivo con autoridad, y por qué un nivel mínimo de individual, social, económico y la libertad política es necesaria para la estabilidad comunitaria?
Latinoamérica necesita un despertar democrático, dar un cambio a esa resistencia a las normas e ideas de la democracia, pero de la modernidad en general y sobretodo un cambio a la sorprendente falta de solidaridad y cohesión social, así como a la seguridad jurídica y el respeto a la dignidad humana en sociedades improductivas y sin imaginación. Como se enfatiza en la cita a Cicerón, ciertos ingredientes de la pretensión de ser un Estado, no se puede ignorar si una comunidad política desea sobrevivir, es decir, en última instancia, a la creación de instituciones políticas en el que los intereses en competencia pueden articularse y aglomerarse. La creación de instituciones de gobierno en las que se puedan tomar decisiones a través de una mezcla de capacidad administrativa, poder cohesivo y legitimidad social