Por Iván de J. Guzmán López

Este 18 de junio, es un día especial. Y cómo no lo ha de ser, si la palabra “padre” define, en términos biológicos al hombre que engendra un hijo y así adquiere un vínculo vital con ese otro ser humano: el de ser padre, lo que conlleva serias responsabilidades morales, éticas, civiles y sociales.

Pero ahora, hablando de la denominación “Padres de la patria”, quiero referirme a su significación y obligación con los ciudadanos y con la patria, advirtiendo que ahora se usa triste y peyorativamente para designar a los miembros del parlamento colombiano, uso cantinflesco, fácil de explicar, si nos atenemos al comportamiento de algunos (o muchos) de ellos.

El concepto “Padre de la patria”, suele usarse para describir al creador de una idea, una ley, una propuesta, un invento, una ciencia, materia o nación, entre muchas otras variaciones. Por ejemplo, se dice que Hipócrates es el padre de la medicina y Sigmund Freud el padre del psicoanálisis, y  John Jay, Thomas Jefferson, Benjamín Franklin y George Washington, los padres de la democracia y la nación norteamericana.

Al usarla en la esfera política criolla, o referida a nuestros parlamentarios, debería emplearse para significar que la persona recibe el mayor de los honores, distinciones y tributos, y considerarse al ungido como compatriota fundamental y una pieza clave en el ejercicio democrático y de trabajo honesto por el bienestar de los colombianos.

Lo cierto es que tenemos uno de los congresos más numerosos del mundo, y, sin embargo, la representatividad no es efectiva, amén que el sentido patriótico y democrático se diluye fácilmente en la corrupción, el ausentismo, la nula participación en debates, la aparición exclusiva para votar uno u otro proyecto (quién sabe ordenado o movido por quién o qué), el uso desmedido de los recursos del estado (que son impuestos que pagamos todos), el saqueo a la hora de usar carros blindados, guardaespaldas, celulares, viáticos, pasajes aéreos y terrestres, el uso y abuso de la confianza ciudadana hasta llegar al extremo de vociferar el vulgar “¿usted no sabe quién soy yo?” o “¡de malas!”, todo ello con el moño del tráfico de influencias para colocar a la suegra, a la amiga, a la esposa, al loco, al bobo y hasta a la niñera, a más que del gusto masivo por la mermelada, sin excluir para nada a las mayorías con problemas de diabetes.

El Congreso de Colombia es un cuerpo colegiado, bicameral, integrado por el Senado de la República y la Cámara de Representantes, y le corresponde, esencialmente, reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer el control político sobre el gobierno y la administración. Este último, se ha convertido en un jugoso negocio para muchos, al pasar de “ejercer el control” a no ejercerlo o evitar que se haga. De las intentonas por reformar la constitución a interés partidista y hacer leyes acorde al rebaño y a las ideologías extrañas invocando al “pueblo”, se cuentan muchos que se declaran “consumidores”, sin rubor alguno.

El informativo de La Gaceta AFE Colombia, define la circunstancia actual del senado, así: la Cámara está conformada por 108 Senadores, quienes son elegidos por circunscripción nacional. En la actualidad, se encuentran dos escaños vacantes, uno por el Partido Liberal, y otro, como consecuencia de la renuncia de Rodolfo Hernández a la curul asignada, como resultado de su segundo lugar en las votaciones presidenciales. Por su parte, La Cámara de Representantes, cuenta con 188 miembros.

Así pues, hoy tenemos 294 congresistas, que le cuestan al país una reforma tributaria.

El salario de un congresista en la legislatura del presidente Iván Duque, era de $ 34’417.000 pesos; además les consignaron un retroactivo de casi 20 millones. Actualmente, al anterior costo de cada parlamentario, se le debe  abonar $43.890.150., para pagar mensualmente su “equipo de trabajo”, denominado con rimbombancia, Unidad de Trabajo Legislativo.

El 6 de diciembre de 2022, el presidente de la República, Gustavo Petro, firmó el aumento salarial de los congresistas para 2023 (a partir de enero,) a través del decreto 2405, aumento que equivale al 7.26%; es decir, un incremento de $2′563.951 mensuales. Se entiende que este salario no causa inflación, como el salario mínimo razonable. Sobra recordar que estos personajes son elegidos por quienes votamos; por nosotros. A no ser que recurran a fraude.

Los últimos acontecimientos de la vida colombiana, nos dicen que la politiquería y los corruptos están invadiendo nuestras instituciones democráticas, al punto de desestabilizar la gobernabilidad y permitir que quienes gobiernan hagan de las suyas, en detrimento de la comunidad y de la imagen de Colombia en el mundo; por esto y miles de razones, es bueno advertir que ya llegan las elecciones, y con ellas se hace rotundo y necesario el votar con responsabilidad. Así mismo, es bueno señalar que es obligatorio que los dignatarios, los que reciben la confianza del elector, no sean inferiores a esa confianza; no la traicionen.

Cuando uno se hace elegir alcalde, gobernador, concejal, diputado, representante, senador o presidente, adquiere un compromiso fundamental e indelegable con la comunidad y con todos y cada uno de sus electores: el de ejercer el control político y trabajar por el bienestar de la comunidad, sin miramientos de color alguno. Este asunto, simple y fundamental para un hombre público, se debe ejercer de manera contundente y publica: bien documentado, con argumentación y fuerza, no puede dejar títere con cabeza, si sospecha que el propósito del gárrula de turno es feriar, dilapidar, o apropiarse de los recursos públicos.

La mácula y el mal olor de los padres de la patria que saquean al país,  es demasiado visible. No permitamos que lleguen a cargos públicos.

Padres de la patria: Feliz día y trabajo limpio por Colombia, ¡por favor!





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“POR LA GRANDEZA DE NUESTROS MUNICIPIOS Y LA DIGNIDAD ANTIOQUEÑA, ES EL MOMENTO DE VOLVER A PENSAR EN GRANDE”