Promocionar la cultura de la paz es un reto imprescindible en todas las instituciones oficiales y privadas para salir de la crisis de la inseguridad, la violencia, el vandalismo y la destrucción generalizada de las estructuras sociales, educativas, culturales, financieras y económicas que, hoy, se sienten amenazadas por la tiranía, la dictadura, la mentira, la corrupción la permisividad y la guerra fratricida que amenaza la firmeza de la institucionalidad colombiana.

POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Frente a la tradicional transmisión de valores belicistas en la educación antioqueña, hoy en día se sabe que es posible educar para la paz y que esto puede hacerse de una manera revolucionaria y eficaz.  Por este motivo promover la educación para la paz ha de convertirse en uno de los principales temas transversales del curriculum escolar, un tema que debe ser contemplado en todas y cada una de las áreas fundamentales que componen la enseñanza preescolar, primaria, secundaria y superior, y que debe estar presente también en el resto de las actividades que se realizan desde el Proyecto Educativo Institucional -PEI-.  Por la misma razón, atañe a todo el colectivo docente, cuyo papel en la educación de las nuevas generaciones hace que se vea implicado en la preparación de los niños, los jóvenes y adultos para vivir y crear una sociedad más justa e igualitaria.

La promoción de la cultura de la paz, por tanto, se concibe en la actualidad como una realidad posible y positiva que no consiste simplemente en la ausencia de guerra y de violencia, sino como una conciencia social y una forma de vida que se caracteriza por el rechazo a la violencia como manera de resolver los conflictos y por el establecimiento de una dinámica de la justicia a través del diálogo, la empatía y la cooperación.  Si bien es cierto que esta visión constituye una utopía, es decir, un fin ideal, también hay que decir que no puede confundirse con una quimera, con un fin ilusorio e irrealizable.  La utopía es un fin que se trata de alcanzar, un ideal que orienta la actuación.

En el mundo de hoy, la educación para la paz se sustenta en el concepto de evolución social, que en este tema en concreto se presenta como fruto de la evolución de la consciencia colectiva y de su más clara manifestación: La opinión pública.  Ahí es donde entra en juego la educación para promocionar la cultura de la paz y la otra Antioquia que soñamos.

Otro concepto estrechamente relacionado con la educación para la paz es el de la aceptación de la complejidad de la vida social, un elemento irrenunciable de la realidad.  Solamente se puede comprender a Antioquia analizando y entendiendo su complejidad.  La complejidad creciente es una característica del devenir de la humanidad y esta halla a su vez en la complejidad nuevas soluciones para problemas nuevos.  No es posible, ni deseable, tratar de dar la espalda ni reducir el grado de diversidad del entramado social, pues ese intento -la historia lo ha demostrado en demasiadas ocasiones como para ignorarlo- conduce a soluciones políticas y socialmente autoritarias o dictatoriales.

Una vez establecidas las bases teóricas de la educación para la paz, hay que entrar de lleno en qué consiste ésta.  Se concibe como la educación de las actitudes que han de hacer posible la implantación de una cultura de paz en todas las instituciones oficiales o privadas del departamento: El diálogo, la cooperación, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, la adhesión a los derechos humanos como derechos inherentes a la persona, la comprensión de la complejidad, el rechazo de la violencia, la valoración de las construcciones personales a la construcción del futuro, etc.  El desarrollo de estas actitudes en la escuela, el colegio, la universidad, la empresa y la familia debe llevarse a cabo teniendo en cuenta la necesidad de clarificar los fines educativos y de utilizar métodos coherentes con ellos.

Desde esta perspectiva podemos proponer cuatro supuestos básicos de la educación para la paz.  En síntesis, son los siguientes:

  • El conflicto no siempre se puede o se debe evitar. Pero la aparición del conflicto no significa que se desencadene o se trata de resolver con la violencia.
  • La evolución de la humanidad hacia estadios más justos y fraternales es un bien al que todo antioqueño debe aspirar. A Antioquia se le presentan horizontes opuestos ante los cuales debe optar.
  • La persona como sujeto independiente y como sujeto social es el valor determinante. A través de ella se inician los cambios sociales que tienen como objeto mejorar la vida de todo el colectivo social antioqueño.
  • La naturaleza de los problemas que enfrentan a unas regiones o grupos humanos contra otros ha cambiado. Pero sobre todo ha evolucionado.  La conciencia que se tiene de cómo afrontar los conflictos de una manera eficaz y, así, el uso de la fuerza, que nunca ha demostrado constituir alguna solución, ya no se contempla ni siquiera como el mal menor al que se ha de recurrir cuando se produce un conflicto, por muy crucial que este pueda ser.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                             Medellín, enero 16 de 2024