Cuando las metas desaparecen, los significados desaparecen, cuando los significados desaparecen el propósito desaparece… cuando el propósito desaparece no hay progreso, desarrollo ni crecimiento institucional ni social.  La carencia de valores éticos en nuestros gobernantes conduce a un resultado nefasto y desesperanzador para el pueblo colombiano.

POR LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

En todas las épocas de la historia han surgido sabios notables, y buenos conocedores de la naturaleza humana, que han pregonado a poderosos y humildes la necesidad de ordenar la conducta individual sobre principios morales, porque tales normas determinan las actitudes más humanas, más convenientes, y menos problemáticas en las relaciones de los gobernantes con el pueblo.

Por otra parte, todas las personas como los gobernantes en su fuero interno poseen un conocimiento innato e intuitivo respecto del bien y del mal, regido por una conciencia propia, que aprueba las buenas acciones y reprueba las malas.

Una gran parte de los contenidos diarios de la radio, la televisión, los periódicos, las revistas, etc., refleja crudamente las situaciones de violencia, de injusticia, de corrupción, y de abusos y calamidades en todas sus formas, que día tras día padecemos en nuestro entorno y en cualquier parte de las regiones de Colombia.

Las enfermedades incurables, los accidentes, la polución de la naturaleza, el derroche de los recursos naturales, el crimen organizado, las drogas, el terrorismo, las violencias intestinas, el todo vale, la creciente escalada de conflictos sociales o políticos engendrados por los regionalismos, el partidismo, el racismo, los fundamentalismos religiosos, la politiquería, etc., son una muestra evidente de la falta de principios éticos en las esferas oficiales y privadas del país.

Somos víctimas o testigos pasivos de todos estos desastres, y lo peor es que llegamos a creer que sólo tienen solución dictando las leyes que afecten a los individuos directamente responsables, o a aquellos cuyas tendencias pueden llevarlos a la delincuencia.

No somos consientes de que la única solución válida, la menos costosa y la más rápida y eficaz, consiste en la educación personal, y el respeto de los valores éticos universales.  Siempre esperamos que sean otros los que cambien, ignorando que debemos empezar por nosotros mismos.

Según los estudiosos de la naturaleza humana, no sólo hemos venido a este mundo para evolucionar genéticamente, sino para procurar la plena realización de todas las facultades del ser, y esta andadura pasa indefectiblemente por el respeto de los valores éticos, morales, políticos, gubernamentales y religiosos.

El gobernante colombiano está llamado a ser el referente pacífico del siglo XXI, que actúa por propagar el ideal del hombre realizado, de acuerdo a los valores humanos más elevados del pueblo, respetando las leyes naturales, y viviendo en armonía con los preceptos divinos, resumidos en esta consigna: “trata a todos como tú quieres ser tratado”.

 

El comportamiento ético de nuestros gobernantes es fundamental para vivir en armonía, dado que todos los seres humanos compartimos dos anhelos fundamentales para el pueblo colombiano: buscar la felicidad y evitar el sufrimiento en el gran propósito de lograr construir el sueño de la paz.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                     Medellín, septiembre 30 de 2023