Por Iván de J. Guzmán López

Casi toda mi vida ha transcurrido sin temor a los timadores del erario público, a los corruptos o a las personas que utilizan los cargos públicos para abusar del poder, enriquecerse y traicionar a las comunidades, en especial, a las que los eligieron con engaños, discursos populacheros y promesas falsas.

Crecí muy cercano a mi abuelo, a mi padre y a mi amigo Raúl Tamayo Gaviria, de los cuales  aprendí la honestidad, el gusto por el estudio, el valor  del trabajo y el respeto por las persona honradas, sin miramientos de condición social, raza, partido o religión. Alguna vez sentí un incumplimiento de mi amigo Tamayo Gaviria, pero pronto me di cuenta que esa incoherencia venía de un secretario de gobierno taimado, que respondía siempre, al preguntársele por su filiación política, y sin sonrojarse: “yo soy técnico”. No obstante, sólo le faltó ser presidente de la república, por cuenta  del partido Conservador, partido del cual siempre andaba enchufado. Enterado de esto, se reanudó mi amistad con el amigo Raúl Tamayo Gaviria, de manera fraternal,  abierta y generosa.

El párrafo anterior (que hará parte de Memorias de un transeúnte, libro que me acosa día y noche porque he vivido y padecido la política, gozado la literatura y disfrutado del periodismo), para asegurar que no sufro de problemas estomacales, no como cuento, y eso me da la libertad necesaria para  evaluar el proceder de las personas, tomando así posición en franca responsabilidad como ciudadano y como periodista.

No tengo asuntos personales con Daniel Quintero; no le debo ni me debe. Lo habré saludado un vez en la vida cuando, siendo él candidato, le recibí un volante que prometía llevar a Medellín por ríos de leche, miel y prosperidad; pero andando el tiempo y desgastando su gobierno, a escasos meses de entregar el cargo y gracias simplemente a que todavía nos queda algo de democracia, debo acotar que presenta los resultados más nefastos para Medellín,  que alcalde alguno haya entregado. A mi modo de ver, y el de muchas personas, instituciones y medios, apagó las velas de la paz, de la fe y del amor; afortunadamente, la vela de la esperanza, está encendida. Esto pude sopesar con la masiva marcha del pasado 20 de junio de 2023, donde salieron a la calle 92 mil personas en arengas contra el reformista Gustavo Petro, siendo multitudinaria en Medellín, contra Quintero. Ya en la Alpujarra, para mostrar su insensatez y su loca capacidad de provocación, Daniel Quintero apareció en la azotea del edificio de la Alcaldía de Medellín, en actitud desafiante y de mofa. La respuesta de la multitud fue un coro gigantesco y sonoro que le nombraba a su progenitora con el término más soez que existe para ello. 

La situación del burgomaestre con la ciudad, me trajo a la memoria un texto hermoso, titulado, Las Cuatro velas:

“Cuatro velas se quemaban lentamente. En el ambiente había tal silencio que se podía escuchar el diálogo que sostenían. La primera vela, dijo:

— ¡Yo soy la paz! Pero las personas no consiguen mantenerme encendida. Creo que me voy a apagar. Y disminuyendo su fuego, rápidamente, se apagó por Completo.

Dijo la segunda:

— ¡Yo soy la fe! Lamentablemente, a los hombres les parezco superflua; las personas no quieren saber de mí, no tiene sentido permanecer encendida. Cuando terminó de hablar, una brisa pasó suavemente sobre ella y la apagó.

Rápida y triste, la tercera vela se manifestó:

— ¡Yo soy el amor! No tengo fuerzas para seguir encendida. Las personas me dejan a un lado y no comprenden mi importancia. Se olvidan hasta de aquellos que están muy cerca y les aman, y sin esperar más, se apagó.

De repente, entró un niño y vio las tres velas apagadas.

—Pero, ¿Qué es esto? Deberían estar encendidas hasta el final. — Y al decir esto, comenzó a llorar.

Entonces, la cuarta vela, habló:

—No tengas miedo: mientras yo tenga fuego podremos encender las demás velas. ¡Yo soy la esperanza!

Con los ojos brillantes, el niño agarró la vela que todavía ardía… ¡Y encendió las demás!”.

La multitudinaria marcha de Medellín, donde, con sorpresa vi cantidades de jóvenes de todos los estratos, nos está diciendo que la vela de la esperanza ¡está encendida!

Esperemos que en octubre, con el juego de la democracia, brille esa esperanza con luz propia, y permita allanar todo el camino perdido para volver a nuestra añorada Tacita de Plata.