El pasado jueves 7 de marzo de 2024, en las instalaciones de la Institución Universitaria  Marco Fidel Suárez, de Bello, el doctor Alberto Builes Ortega, acompañado del cariño desbordado de su familia (que ya llega a preciosos bisnietos), presentó a la comunidad bellanita, y en especial a un grupo numeroso de amigos y compañeros de labores en su ya longa vida pública y privada, el libro: La vida cabe en un libro.

Por Iván de J. Guzmán López

Es un compendio delicioso, de apenas  145 páginas, con  fotografías profusas e históricas, mediante el cual narra su paso por el mundo, el mismo que arrancó con su natalicio como el último hijo  del hogar conformado por don Graciliano Builes (don Chilo), y doña Ana Francisca Ortega (doña Quica), el día 18 de enero de 1946, en la tierra de Marco Fidel Suárez, el querido municipio de Bello.

Tarde – noche revestida de fiesta fue la presentación del libro, si nos atenemos a las manifestaciones de cariño, bastante exteriorizadas con naturalidad y alegría por parte de los asistentes. Conociendo al autor, es claro que dichas manifestaciones fueron cosechadas al paso de sus gestiones como concejal de los municipios de San Pedro de los Milagros y Bello; como alcalde de Bello, diputado de Antioquia, contralor de Antioquia, gobernador de Antioquia, presidente del Club Atlético Nacional y gerente de la Selección Colombia de fútbol, a más que como empresario exitoso en el sector agroindustrial.

Tuve el honor y la dicha de prologar el libro, y ello me da argumentos para valorar lo consignado como un auténtico ejercicio de responsabilidad y de memoria, muy a la manera de mi admirado Premio Nobel José Saramago, cuando, en su famoso diario Cuadernos de Lanzarote, expresa: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”.​ Mi amigo y colega Néstor Armando Alzate, se dio el gusto de escribir el epílogo, un muy bien logrado texto fiel a la parábola vital de autor.

La vida cabe en un libro, es una autobiografía dulce, que nos congracia con la vida. Nos hace sentir que la existencia –con todas sus alegrías y penalidades-, merece vivirse; nos enseña que cuando se tienen metas, todo es posible; nos dice que cuando el éxito de los demás se constituye en reto personal, en lecciones aprendidas, vamos por el camino correcto. El libro nos demuestra que si nos damos cuenta a tiempo de que el oro ajeno (así sea de papá don Chilo) no es nuestro, se debe merecer y ganar, el camino para encontrarlo es más claro, más edificante, más productivo, más honrado.

El libro –dice el autor en su Presentación- es un invento fundamental, que guarda la historia de la humanidad; la historia de las cosas elementales, pero también de las extraordinarias; de las cosas dolorosas, pero también de las amorosas, de esas esculpidas con esfuerzo, con dolor, con amor y hasta con sangre. La vida de Alberto Builes Ortega, condensada en este libro autobiográfico, es espejo limpio donde se refleja en buena parte la historia de Antioquia y la historia del autor mismo, en un collage de obras donde su ser, su vocación de servicio y su honradez de ser humano y gobernante responsable, se conjugaron para gestar obras de bienestar inmenso para la comunidad, como el Túnel de Occidente, Fernando Gómez Martínez; el Túnel de Oriente o la hidroeléctrica Pescadero Ituango, hoy conocida como Hidroituango, pues fue en su gobernación (1998-2000) cuando se sentaron las bases, firmadas las escrituras y constituida la Sociedad Pescadero Ituango.  O reconstruido Machuca, luego del infame atentado subversivo del ELN; o construido Puerto Antioquia, en La Tebaida, Quindío, luego del terremoto de Armenia.  

La autobiografía es un género narrativo explícito,  que pretende el recuento ameno y apegado a los principales episodios de una vida, haciendo énfasis en situaciones vitales, relevantes y definitorias. Se le considera una bella forma de escritura, que ya cumple cientos de años y pasado por generaciones enteras de hombres edificantes que encontraron, y encuentran en sus memorias, material fundacional para dar luz en la vida de otras personas u otras generaciones, a su patria y a la vida misma; es un bello género que coexiste entre la literatura y la historia, muy próximo a las memorias, el diario íntimo y la biografía misma.

El título, y, claro está, en especial el contenido de este libro, emociona; y emociona porque es como ese regreso a Ítaca, a la tierra que nos vio nacer, a la tierra que amamos, a la memoria que tenemos y a la responsabilidad que asumimos. Es un libro lleno de vitalidad, de recuerdos hermosos (y otros no tanto), donde se recoge la esencia de la vida, ese  espacio de tiempo que transcurre desde la concepción misma (del autor), hasta el instante de la escritura, y que, como es el caso de Builes Ortega, es trascendencia del espacio meramente cronológico, hacia la vida con sentido, con propósitos, con pertinencia, con esfuerzo, con historia; y con capacidad para trascender la propia historia, hasta contribuir en la mejora de otras historias.

El libro, ameno, limpio, cuidadoso en el estilo y calidez en el relato, sin pretensiones de joya literaria, sale a la luz pública para contar la historia de un hombre que, como el doctor Alberto Builes Ortega, nació en cuna de oro, pero que se hizo a fuerza de trabajo, convicción y responsabilidad con su padre y su madre, y la sociedad; y, lo más importante, con él mismo y con los más cercanos a su corazón. Su vida, trazada en este libro con evidente amor y añoranza por los caminos recorridos, nos lo muestra en su dimensión de niño, con un padre rico, con un padre exigente, con unos amigos viviendo la niñez sin mucho sentido de la vida, pero que a poco aprende las lecciones que le da su padre, y el tiempo y la vida misma.  Y a fe mía que las aprovecha. ¡Y de qué manera!

Por las páginas de este relato, más bien dulces que amargas, pasa el Llano de Ovejas, “en donde sólo se producía helecho, guardarocío, un poco de habas y ovejas”;  pasa don Graciliano Builes, don Chilo, que durante muchos años fue “orillero” y su madre Ana Francisca Ortega, llamada cariñosamente “Quica”, cuya familia rechazaba al joven Chilo (su padre), por considerarlo “un pobre niguatero”; por estas páginas pasa su niñez, los barrios de Bello, los amigos, la finca La Delgadita, los estudios primarios, Fabricato, el fútbol, el billar, su esposa Teresita, sus hijos, la Universidad de Medellín, el Club Atlético Nacional, La Selección Colombia, su encuentro con el papa Juan Pablo II, su amistad  con el maestro Fernando Botero, el concejo de Bello, la asamblea de Antioquia, la contraloría de Antioquia y la gobernación de este departamento, al que ama, “tiempo ha”, como se decía antes.  

Aunque el filósofo existencialista alemán Martín Heidegger, nos invita a renovar de un modo dramático y liberador nuestro pasado, con el fin de ir asumiendo más lúcidamente el futuro individual y colectivo, es claro que siempre será una dicha escribir o leer sobre la tierra natal, sobre la infancia, la juventud, los padres, la patria; los logros, la visión de la vida y del mundo mismo, siempre en la búsqueda de identidad, para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Este libro delicioso, que se lee de un tirón porque es almíbar para el alma, es un ejercicio para encontrar en la historia, y en la realidad, y en la vida de Alberto Builes Ortega, caminos de comprensión y amor por la tierra nativa, para pensar (esa tierra y ese habitante de Bello, Medellín y Antioquia) en una dimensión generosa y real, de tal modo que nos permita su constante construcción y avance, entendido éste, claro está, en la búsqueda de mejores condiciones de vida.

Este libro se constituye,   al fin, en paradigma para Antioquia, para Colombia y -en virtud de la globalización- para el mundo, en un momento especial en el cual los referentes para niños y jóvenes son el dinero fácil, el mínimo esfuerzo, la ordinariez, la vulgaridad y los demonios de la pos verdad, en medio del galope nefasto de la corrupción y el deshonor.