Por: Briseida Sánchez Castaño.

Medellín, diciembre de 2031.

Tengo once años, nací en marzo del año 2020, repaso las fotos que tengo de mi nacimiento, en la primera foto, todavía en el hospital,  me veo con una mascarilla donde hay dibujados pececitos de colores, estoy en brazos de mamá, solo veo mis ojos intentando abrirse, mamá está igual con unos grandes ojos negros que me miran y las ojeras en la piel, no puedo conocer su sonrisa ni su nariz, la cubren una mascarilla blanca de esas que usan en los hospitales, repaso una a una las fotos de cada uno de mis once cumpleaños celebrados hasta ahora, me veo siempre partiendo el pastel con el rostro cubierto por la máscara al igual que todos mis invitados.

Me gustan los ojos negros de una niña en la escuela, nunca la he visto sin mascarilla, está prohibido quitársela y es considerado un delito que puede causar expulsión inmediata, le he inventado tantas risas, todas distintas, me la he figurado algunas veces con dientes blancos grandes y otras veces más pequeños, en mis fantasías, su nariz a veces es larga y otras veces chata, ella sonríe frecuentemente con esos ojos, sabe hacer muchas piruetas con sus cejas, se las pone de diferentes formas, yo aún no logro hacer tantas miradas distintas, ella sí. He encontrado esta mañana  una nota en mi bolso que dice: “veámonos el viernes después de la clase de biología detrás  del teatro del segundo patio, allí nadie nos puede  ver y te prometo que me quitaré la mascarilla por unos minutos “. Hoy apenas es martes y fantaseo con ese viernes, por primera vez veré el rostro completo de esa niña, he soñado tantas veces con este momento, le veré frente a frente por primera vez sin máscaras.

Hoy es viernes me pongo la mascarilla más bonita que tengo, estoy nervioso, la niña solo conoce mis ojos, la espero en el estanque, llego primero, la veo caminar hacia mí con sus largas trenzas, su mascarilla es de un color naranja, me saluda con sus cejas, me dice que a la voz de tres  nos retiremos al mismo tiempo la mascarilla, ¡una, dos y tres!, ¡ zas ! nos las retiramos, yo estoy impresionado por su rostro, me sonrío, ella me mira solo un momento y sale corriendo, la llamo por su nombre, le digo que no se vaya, se va, nunca más me vuelve a mirar, al otro día me envía una nota que dice: “ no eres como imaginaba”.