Por Iván de j. Guzmán López

Concluido el Triduo Pascual; es decir, “el periodo de tiempo en el que la liturgia cristiana católica y no católica conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret”, leo en mi computador personal, dos conceptos, si se quiere, opuestos:

El primero, es una observación de mi admirado y leído escritor peruano Mario Vargas Llosa, ganador con justicia del Premio Nobel de Literatura 2010, autor, entre otras obras, de: La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en La Catedral, La guerra del fin del mundo, La fiesta del Chivo, y, adicional, un memorable discurso en Estocolmo al recibir el Nobel, el mismo que todavía leo, releo y recomiendo, titulado: Elogio de la lectura y la ficción. 

La observación del escritor, novelista y ensayista que cito e hizo mutis por el grupo de Gabo, cuando el boom latinoamericano defendió a ojo cerrado la revolución cubana, dice que:

“Al votar por Petro, los colombianos eligieron la pobreza”.

La sentencia produce temor. Me produce temor, porque Vargas Llosa conoce, palmo a palmo, lo que ha sucedido con los mal llamados gobiernos de izquierda en latinoamérica, y en sus sesudos ensayos y conferencias alrededor del mundo, ha demostrado la miseria intelectual, la pobreza económica y la mordaza a las libertades ciudadanas, que han dejado en sus respectivos pueblos, entre ellas, una fundamental y conexa a toda democracia, la libertad de prensa.

La otra observación, que esa sí me llena de optimismo, es la que nos hace el papa Francisco, en su Mensaje de Pascua y Bendición, Urbi et Orbi, 2023:

“porque en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad: de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión”, fueron las palabras iniciales del papa, recordando que Pascua significa “paso”.

“Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad ¡Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países!, empezando de aquellos que ofrecen  asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza”. 

Colombia debe dar el paso definitivo de la muerte a la vida, con políticas claras y consensuadas, presentadas por lo mejores hombres de la patria, despojados de cálculos económicos y fines oscuros y politiqueros que envilezcan el ejercicio de servir a la comunidad que los eligió y a quienes no, también.

Colombia debe rechazar a los que predican a chorros de voz esos cuentos faranduleros de que somos “la potencia mundial de la vida”, cuando los muertos son por decenas y a diario; y lo peor, justificados los criminales desde las altas dignidades del Estado y olvidados al día siguiente por la sociedad civil.

Ofrezcamos verdadera “asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza”, y cuidémonos de reproducir más guerras y pobreza. Rechacemos a parlanchines que dicen luchar contra la pobreza, pero a cada paso o con cada declaración que ofrecen, propician la pobreza y la huida de personas y capitales, así como el precio arrasador de un dólar que sube como llama incendiando lo que encuentre a su paso.

Qué triste fue observar, antes de semana Santa, la quiebra de dos aerolíneas de bajo costo, y con ellas,  ver el aeropuerto de San Andrés, como una terminal abandonada. Y un claro signo de pobreza para los habitantes de la isla.

Qué triste sostener que el turismo nos va a redimir de la pobreza, pero los colombianos volvemos a escondernos obligadamente, porque los asaltos, los atracos y los cierres violentos de las vías, son ahora pan de cada día.

Definitivamente, me alegra la invitación del papa: pasemos “del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión”.

Me asusta la sentencia de una autoridad como Vargas Llosa, diciéndole al mundo que los colombianos elegimos la pobreza al votar por Petro.

¡Es tiempo de Pascua, señores! y Colombia no soporta más miseria, más pobreza y más violencia.