Por: LUIS CARLOS GAVIRIA ECHAVARRÍA

Este artículo no es un reproche vacío, sino un llamado a la reflexión y a la acción. La política colombiana merece líderes comprometidos con el servicio público, no politiqueros cuyas acciones perpetúen la desconfianza en nuestras instituciones. La elección está en sus manos.

Me permito dirigirme a usted, ya sea Gobernador, Alcalde, Diputado, Concejal o Edil electo/a en las recientes elecciones del 29 de octubre en Colombia. Este articulo no pretende ser una felicitación, sino más bien una reflexión sobre las prácticas políticas que, lamentablemente, parecen ser moneda corriente en nuestra nación.

Quisiera comenzar por definir lo que entendemos por “politiquero. No se trata simplemente de un término arrojado al viento con ligereza, sino de una descripción precisa de aquellos individuos que, independientemente de su afiliación partidista, han hecho de la política una plataforma para el beneficio personal, traicionando así la confianza de aquellos que los eligieron con la esperanza de un cambio positivo.

En la rica diversidad de ideologías que conforman nuestro panorama político, es desalentador constatar que la avaricia y el interés propio han encontrado refugio en todos los rincones, ya sea en partidos de izquierda, derecha o centro. La ideología ha quedado eclipsada por el deseo insaciable de lucro personal, convirtiendo a la política en un medio para enriquecerse a expensas de lo público.

Es esencial destacar que este articulo no pretende generalizar ni estigmatizar a todos los políticos. Hay personas comprometidas con la verdadera causa pública, pero desafortunadamente, parecen ser eclipsadas por aquellos cuyas prácticas deshonestas socavan la confianza en el sistema político.

Como representante electo/a, usted tiene la responsabilidad de velar por el bienestar de la comunidad que confió en usted. Prometer mucho durante la campaña y olvidar esas promesas una vez en el cargo solo contribuye a socavar la fe en la democracia. La política no debería ser un medio para acumular riqueza personal o para formar “roscas” que solo buscan consolidar el poder en beneficio propio.

A partir del 1 de enero, la silla que usted ocupará no solo será un asiento físico, sino un símbolo de la confianza depositada por los ciudadanos. Les instamos a que, en lugar de utilizar el poder para fines egoístas, trabajen incansablemente por el bienestar común y la mejora de las condiciones de vida de quienes representan.

Este artículo no es un reproche vacío, sino un llamado a la reflexión y a la acción. La política colombiana merece líderes comprometidos con el servicio público, no politiqueros cuyas acciones perpetúen la desconfianza en nuestras instituciones. La elección está en sus manos.