Por Iván de J. Guzmán López

Aprovechando la aplicación de mensajería instantánea, WhatsApp, mi buen amigo, el doctor Carlos Vélez, me compartió esta semana un video del gran Winston Churchill. Narra –el citado mensaje–la conocida anécdota de Churchill, referida al momento en que tomaba un taxi para dar una entrevista en la BBC de Londres.

Al momento de descender, le pide al taxista que lo espere unos minutos. El chofer, que no lo había reconocido, le contesta con entusiasmo: -No puedo esperarlo porque tengo que ir a casa a escuchar el discurso que Churchill va a dar por la radio.

Tras el momentáneo orgullo inicial, Churchill aplicó la prueba de fuego: le extendió, en silencio, un billete de diez libras. Al ver la pequeña fortuna ofrecida, el taxista respondió:

–Esperaré el tiempo que sea, señor ¡y que Churchill se vaya al infierno!”.

Luego, el legendario primer ministro inglés, reflexionaría así al recordar el episodio:

Los principios han sido modificados por el dinero. Las naciones se han vendido por el dinero, el honor se ha vendido por el dinero. Los hermanos se venden por dinero y hasta las almas se venden por dinero… ¿Quién le dio tanto poder al dinero que hizo de los hombres sus esclavos?”.

Recordando el virtual hundimiento de la reforma a la salud, le prometí a mi amigo Carlos, que usaría su mensaje para esta columna. Y echaría mano de él,  porque mi temor es que, sabiendo de la fuerza maniquea del dinero, y atendiendo a todo el poder que está en juego por parte del gobierno al pretender una reforma a la salud, a su amaño, intereses y cálculos, recordé que el gobierno había advertido que de fracasar el trabajo con bancadas, recurriría al “dialogo con cada uno de los parlamentario”. La vox populi, que no es tan tonta-como muchos creen-, inmediatamente puso en el ambiente una palabreja que el gobierno del cambio prometió abolir del Palacio de Nariño, de la vida pública y hasta de la RAE: ¡mermelada!

“¡Las cosas no pueden ser tan evidentes!”, nos decía el maestro Manuel Mejía Vallejo, cuando escribíamos sobre “la importancia del agua en la navegación”, víctimas del entusiasmo de los noveles escritores que entonces éramos.

Aunque las amenazas salidas de tono (que van y vienen en el congreso y en el país entero por el virtual hundimiento de una reforma a la salud que no se sabe cuánto cuesta ni de dónde saldrá el dinero para implementarla y sostenerla), están al orden del día, lo cierto es que con la firma de ocho congresistas, el proyecto de ley del Gobierno se hunde en la Comisión VII del Senado. Los congresistas que firmaron la petición para enterrar el articulado, fueron: Honorio Henríquez (Centro Democrático), Alirio Barrera (Centro Democrático), José Alfredo Marín (Partido Conservador),  Lorena Ríos (Colombia Justa y Libre), Miguel Ángel Pinto (Partido Liberal), Berenice Bedoya (Alianza Social Independiente), Nadia Georgette Blel Scaff (Partido Conservador)  y Norma Hurtado (Partido Unión por la Gente). No creo que la mermelada cambie el voto responsable de estos representantes del “pueblo”, según la palabreja de moda en el poder.

 A estas alturas del gobierno y de la oscura noche por la que atraviesa Colombia en materia económica, social y política, no creo que a estos ocho representantes les interese  un billete de diez libras.

Lo cierto es que ante don dinero – y en este gobierno se está regalando y malgastando a diestra y siniestra-, todo se puede esperar. Ahora mismo, viene a mi memoria una extensa entrevista publicada por el diario El País de Madrid, donde la bella colega Virginia Vallejo (hace ya buenos años, pero la cosa no ha cambiado mucho), aseguró que “los narcotraficantes prosperaron en Colombia no porque fueran unos genios, sino porque los presidentes eran muy baratos”.

Y si retrocedemos un poco en la historia (2.024 años no son nada), ya próximos a entrar en la semana Santa, podemos citar a Lucas 22:3-6:

 “Entonces Satanás entró en Judas, uno de los doce discípulos, al que llamaban Iscariote. Éste fue a ver a los jefes de los sacerdotes y a los oficiales del templo, y habló con ellos sobre cómo entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y prometieron darle dinero a Judas. Y él aceptó y comenzó a buscar un momento oportuno, en que no hubiera gente, para entregarles a Jesús”. La traición, con beso incluido, fue tasada en 30 monedas de plata.

Definitivamente, mi querido y admirado Churchill: “Los principios han sido modificados por el dinero. Las naciones se han vendido por el dinero, el honor se ha vendido por el dinero. Los hermanos se venden por dinero y hasta las almas se venden por dinero… ¿Quién le dio tanto poder al dinero que hizo de los hombres sus esclavos?”.

En Colombia, hace rato, el dinero se convirtió en el todo poderoso rey; aquí todo se vende por diez libras, 30 monedas o algunos pesos. ¡La conciencia en Colombia es muy barata! Y si no me creen, pregúntenle a Olmedo López, el designado por el presidente Petro y su socio Trujillo, para salvar a los guajiros de la sed, quien compró 80 carrotanques para el suministros de agua potable a la guajira, que habrían tenido sobrecostos por más de $20.000 millones de pesos, que hoy no cuentan con pólizas de seguro, y no tienen de dónde aprovisionar el agua potable prometida en medio de la danza, el jolgorio y las promesas de cambio.