Por Iván de J. Guzmán López

Nunca ante la patria había atravesado momentos tan difíciles. El olor a Petro, pareciera ser una sombra de muerte que recorre a Colombia entera, y los últimos acontecimientos, en especial el secuestro del padre de Lucho Díaz, devela una realidad espantosa. Y lo peor: parece que el gobierno (no el Estado), se solazara con el delito y, en vez de condenarlo y atacarlo, lo justifica, o, al menos, lo minimiza o lo esconde.

El empobrecimiento de las masas es evidente,  y el crimen avanza como una mancha que oscurece el bienestar y la vida de los colombianos. Los grupos insurgentes y delincuenciales ponen las condiciones y se burlan del propio gobierno. Las dádivas y los ofrecimientos, por parte del gobierno del cambio, se multiplican como herramientas demagógicas y formas demostradas para ganar la voluntad de los más pobres; la enajenación de la sociedad y los valores parece ser moneda diaria, y se ha llegado al extremo de ofrecer un millón de pesos “por no matar”. Esto ocurre en Colombia, potencia de la vida, ratificando que aquí, la vida, vale muy poco. Y la justicia no cuenta.

Los analistas no se detienen en juzgar mal a Petro: “Ante un gobierno incompetente, la sociedad genera una especie de resiliencia y eso es lo que está sacando a la superficie a la oposición”, explica el analista político John Mario González.

Y agrega que: “ningún gobierno en Colombia, en la era democrática, había iniciado tan mal como la Administración de Gustavo Petro. Ni siquiera el de Ernesto Samper, que tuvo el escándalo de la financiación de su campaña por parte del narcotráfico y dejó al país quebrado, ni el de Andrés Pastrana, que lidió con la quiebra y con un proceso de paz sin pies ni cabeza”.

Para Juan Carlos Botero, columnista de El Espectador, en Petro “han prevalecido errores de agenda y de conducta. Llegar tarde a todo. Dejar metidos a empresarios, alcaldes y filántropos en sinsalidas. Dejar plantado al presidente de Francia. Escribir docenas de trinos diarios, sin tiempo de verificarlos y sin un asesor de medios que los filtre y corrija.

Y ha prevalecido el mayor error de todos: no reconocer los errores. Si algo sale bien, el presidente lo reclama como fruto de su liderazgo. Pero si algo sale mal, la culpa siempre es de otro: la prensa, los neoliberales, los corruptos o quienes, según él, desean darle un golpe de Estado, blando o duro. Presentarse como víctima ayuda a eximir al mandatario de toda responsabilidad por sus errores. Pero esa excusa no es válida en un jefe de Estado. Y tampoco sirve de nada”.

A todo lo que le mete la mano, le sale mal: las salidas internacionales lo han convertido en hazmerreir; los ataques virulentos y de izquierdista trasnochado a Israel, ponen en dificultades al país, dañan nuestra balanza comercial, y nos presenta como una nación que apoya el terrorismo internacional; La salud,  tan cacareada por su gobierno, atraviesa su peor momento,  y es clara la asfixia a la que está sometida en su mandato.

En un año, el gobierno Petro “nos ha sumergido en los peores momentos de la violencia”. La paz total ahora es fracaso total, y la delincuencia se ha apoderado del país. La canasta familiar, a la cual le está imponiendo gravámenes impensados por gobierno alguno, se está haciendo inalcanzable y promete hambruna generalizada al grueso de la población.

En términos generales, el gobierno Petro o gobierno del cambio, como se hace llamar, con tan sólo un año en el poder, representa retrocesos que amenazan la estabilidad democrática, económica y social de Colombia: así lo dicen la escasez de medicamentos y alimentos; la quiebra de dos aerolíneas; el aumento permanente en el precio de la gasolina; la caída en la venta de vivienda en un 65 %, de carros en 30 % y en el comercio de 20 %; la caída en turismo de 24%; el aumento de la pobreza en 50%, y un incremento escandaloso en inseguridad del 60 %.

Vivimos un gobierno nefasto a manos de la izquierda, que llegó al poder después de un “estallido social” financiado y orquestado por ella, a más que producto de los desaciertos de los gobiernos representados en políticos tradicionales que, desde 1948, al 2022, cayeron en vicios de corrupción, mala gestión social y reproducción de pobreza; hoy, a la luz del sencillo análisis de las elecciones de 29 de octubre de 2023, encontramos que esta vez, con tan solo un año de gobierno, es el gobierno de la izquierda el que está fortaleciendo y dando razones a la población y a la derecha, hasta hacerla dueña de Colombia.  Petro no le cumplió a los electores y el castigo se vio en las urnas.

Todo lo que huela a Petro, significa ruina y fracaso total. Se sabe que el doctor Luis Pérez Gutiérrez, puntero en todas las encuestas para ganar la gobernación de Antioquia, fue derrotado en su aspiración, por el simple hecho de que sus detractores lo pusieron a oler a Petro.

¡Dios nos ampare en los tres años que le quedan!  No sé si nuestra vocación democrática nos hará capaz de soportar tanto padecimiento y venezolanización.