(El forjador de líderes comunitarios)

La capacidad de tener contacto con la gente es un don con el que se nace, y pocas veces se adquiere en el ejercicio político. Entender lo importante que es para un líder comunitario que su dirigente lo reconozco, fue para Bernardo Guerra Serna un ejercicio político cotidiano, que, además, lo llevó a apalear a su prodigiosa memoria, para identificar al líder de la acción comunal, al obrero, al campesino, etc. Fue el Socio un dirigente de contacto permanente con su militancia, a la cual alentaba con el servicio que les podía dispensar.

Identificar a los líderes municipales y barriales es un ejercicio que se fundamenta en el conocimiento de las bases sociales. Esto es tan importante, puesto que sobre ello se edifica la estructura de la militancia que va a promover las causas sociales, primero y luego, las políticas. En éste ejercicio no importa la condición política, lo más importante es la capacidad de ordenar la gente para buscar satisfacer las necesidades sociales. En esta práctica Bernardo Guerra Serna dio cátedra; tenía la capacidad encontrar entre la muchedumbre el hombre más útil para su lucha.

Entre los militantes que Guerra convocó cuando empezaba su camino político se encuentran muchos en cada municipio, en cada barrio; muchos eran “montañeros” avispados capaces de hablar y pedir beneficios para su comunidad. Muchos son los nombres que se pueden citar, casi la totalidad de ellos hoy ya están jubilados.

Pero, para muestra un botón, hablemos de Jesús Alfonso Higuita David –Suso Higuita-, oriundo de Peque, que había oído hablar mucho de Bernardo Guerra Serna, pero no lo conocía; lo vino a tratar en un barrio marginal de la ciudad de Medellín donde vivía. Fue en reunión que convocó con la colaboración del párroco del barrio, cuando fue escuchado por el Socio Guerra, para ponerlo en conocimiento de todas las necesidades de la comunidad. Guerra sirvió de puente para que Obras Públicas Municipales, Empresa Públicas de Medellín y otras entidades de ese orden, hicieran presencia con las cuadrillas de obreros y empezar a aliviar las necesidades de las gentes del barrio El Playón de los Comuneros, en límites con el municipio de Bello, a donde todavía se entraba el mercado a lomo de mula, no había acueducto ni alcantarillado.

Fue la atención a aquella comunidad un beneficio común: a Guerra Serna, por la oportunidad de servir; a el párroco, por lograr la atención para la parroquia, y a Suso Higuita, por el reconocimiento del párroco y el vecindario. Con ello, Suso Higuita quedó graduado como líder comunitario, y llegar a ser presidente de la Junta de Acción Comunal era cuestión de trámite. Lo fue por más de 20 años.

Muchos otros en el barrio seguían las señales de Suso; su nombre se extendió por un amplio sector de la comuna.

Este mismo ejercicio se repitió en toda la ciudad de Medellín y en los pueblos. Y así fueron muchos los que coreaban el nombre de Bernardo Guerra Serna como dirigente liberal.

En otras tantas ocasiones, el Socio Guerra se dirigió a pueblos y Veredas conservadoras a hablar con dirigentes de esa colectividad, con la certeza de que los hijos de éstos no eran atendidos de manera adecuada por carecer de abolengo. Después de largas charlas, aparecían hojas de vida que luego hacía efectivas. Por eso, en pueblos de mayoría conservadora, fueron elegidos concejales y, luego, alcaldes del Directorio Liberal de Antioquia –DLA-, porque ya existía una generación que había cruzado el puente ideológico de la política de Antioquia, en donde ni los sermones del domingo servían de amarre a las nuevas generaciones que votaban liberal: para muestra los municipios de Carolina del Príncipe, Sabanalarga, Ituango y Sabaneta.

Después de que los hombres y mujeres se apostaban en las huestes liberales, sostenerlos en el liderazgo era una misión de contacto directo. Fue allí donde Guerra Serna sumó los grandes amigos de su vida política.

Es un príncipe aquel que puede manejar siquiera doscientos votos, decía. Al líder lo medía con la capacidad de organizar una gran votación.

En aquellos tiempos ni el abolengo o apellido ni la plata determinaba la capacidad del recaudo electoral. Por eso el Socio Guerra logró rodearse de una fuerte militancia liberal que lo llevó a estadios impensables, para cuando iniciaba su vida política. Gloria al Socio Guerra.