El envidioso puede morir, pero la envidia nunca.  Hoy, más que nunca, hay que tomar conciencia de que la envidia, es el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como la serpiente destilando veneno.

Por: Luis Fernando Pérez Rojas

Cada vez que leemos de nuevo a Don Miguel de Cervantes y Saavedra, lo encontramos más actual y admiramos más su genio ecuménico.  Desde su Quijote hasta su última novela, son lecciones de humanismo que nunca caducan encontrándose en ellas las descripciones más perfectas de personajes y comportamientos.  En sus obras campean los grandes problemas sociológicos, sicológicos, pedagógicos y patológicos que agobian a la humanidad, estudiados con mayor agudeza y tino que como lo hacen actualmente los que en el mundo considera como a los más altos exponentes de tan complicadas ciencias.

En el entramado titulado “El hospital de los podridos” Cervantes no hace propiamente la auténtica descripción de un hospital real, sino que es una estupenda ficción que se desarrolla con armonía sorprendente con base en los pensamientos de diversos personajes sobre variados temas, perfilándose, en definitiva este entretenido y profundo trabajo como el ensayo más completo que jamás se haya escrito sobre la envidia, razón final de toda trama, dado que en el asilo de su ficción, “el hospital de los podridos” fue internado y para siempre todo aquél que envidiaba el progreso o el ascenso espiritual o material de otro congénere, como también quien recelaba del triunfo poético o amoroso ajeno.

Igualmente, según el Glorioso Manco de Lepanto, debiose internar en el “de los podridos” a todos aquéllos que no aceptaban la búsqueda de los valores éticos y estéticos, sino que solamente tendían a la ambición, la codicia y a la riqueza.

Finaliza su entremés con una moraleja sobre el “no te metas en la casa del vecino” que viene a ser equivalente a una de las más sabias sentencias actuales, definición perfecta de la salud mental cual es “vive y deja vivir” y que es un mandato para aprender a ubicarse, a ajustarse a las diversas situaciones sociales y políticas sin ser carcomido por el monstruo verde y podrido de la envidia, máximo pecado capital que junto con la ambición desmedida de honores y riquezas, tienen yugulada a la humanidad sin dejarla salir del légamo apestoso de las grandes desigualdades.  Los envidiosos, los ambiciosos, los codiciosos, los corruptos, los egoístas, los jorobados del espíritu, los desarrapados de valores éticos y estéticos son sin lugar a dudas, como lo sugiere certeramente el entremés que comentamos, los culpables de que en el mundo no se observe más que una interminable y horripilante ola de crímenes contra todo lo que realmente vale en el hombre y la mujer del siglo XXI.

Es tan escalofriante la plétora de estos perjudiciales nauseosos personajes, que se necesita, como lo dice Don Miguel, otro mundo para podernos aislar y así obtener la tranquilidad para los que disfruten de salud mental, los plenos de ideales nobles, los que son la antítesis de los podridos, los que viven y dejan vivir.

Cervantes, al escribir “El hospital de los podridos” no hizo más que hacer una irónica, real y entretenida biografía de la actual humanidad colombiana tan alejada de Dios y que ha olvidado las grandes virtudes teologales.   ¡Así de sencillo!

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                             Medellín, enero 7 de 2022