Por Iván de J. Guzmán López

El amor que demostró la excanciller alemana Ángela Merkel por su pueblo, es admirable. Específicamente, en lo concerniente a su limpieza en el ejercicio político-administrativo y sobre la educación, debo citar varias frases que se le atribuyen a ella (según el periodista Amaro Gómez-Pablos, referenciadas en sus cuentas de  Twitter y Facebook) y que juzga célebres en sus cientos de discursos y conferencias. 

La primera, dice:  

Los presidentes no heredan problemas. Se supone que los conocen de antemano, por eso se hacen elegir para gobernar con el propósito de corregir esos problemas, culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre”.

Una segunda, referida a la educación (sin duda, un problema por resolver en Colombia), es la que cita el colega Gómez-Pablos, quien compartió en su cuenta de Twitter una fotografía en la que aparece la líder alemana y el siguiente mensaje:

“En una entrevista le preguntaron a Merkel por qué invertía tanto en educación, y ella respondió: `porque los ignorantes nos cuestan mucho dinero`”.

Frase muy parecida, y que equivocadamente se le atribuyó al expresidente de la Universidad de Harvard, Derek Bok, dice:

Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia”.

Otra frase en igual dirección, aparecida en The Statistics and Gazetteer of New Hampshire, ¡en 1874!, decía:

El conocimiento es menos costoso que la ignorancia. La ignorancia es un factor peligroso y costoso bajo cualquier forma de gobierno”.

En 1902, un anuncio de una escuela de música en Iowa, rezaba:

“La educación es cara, pero la ignorancia lo es más”.

Marco Aurelio, el emperador filósofo, justamente denominado el último de los Cinco Buenos Emperadores romanos, aseguraba:

“Los hombres han nacido los unos para los otros; edúcales o padécelos”.

Michel de Montaigne, el filósofo, escritor, humanista y moralista francés del Renacimiento, nos advierte:

El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender”.

Y así podríamos seguir citando, y trayendo al recuerdo textos valiosos como El valor de educar, que algunos leímos con fruición, tras la popularidad de Savater. Pero es claro que en Colombia (y en toda latinoamérica, diría yo)  ha fracasado el sistema educativo. Si nos atenemos a la historia, es fácil argumentar que seguimos en una Patria Boba, donde el “Amaos los unos a los otros”, que ordena la predicación de Cristo, se cambió por el fatídico y enajenante “mataos los unos a los otros”. Y buena parte de este mandato macabro, se debe a que nuestro sistema educativo es demasiado pobre desde lo formativo y hasta desde lo cognitivo (creo que seguimos nadando en la Concepción bancaria, que tanto denunciaba Paulo Freire, en Brasil). Nadie puede negar que somos lo que la educación ha hecho de nosotros. ¡Gobernantes y gobernados!

Según José Juan Ruiz, economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, “una educación con calidad, es la inversión con la mejor tasa de retorno que un país puede realizar; no obstante, es necesario una transformación social que garantice la igualdad de oportunidades y la equidad entre hombres y mujeres”. 

A tono con el momento social que vive Colombia, referido a educación, digamos que una educación gratuita no es la solución definitiva, pero en algo ayuda. La educación colombiana está estancada en la tiza, el tablero, el docente de hace 40 años, una escuela en condiciones físicas vergonzosas y una universidad convertida en gueto; más, si es privada. No obstante que me siento orgulloso de mis universidades Pontificia Bolivariana y San Buenaventura, se debe democratizar la educación y es urgente y necesarias muchas Universidades de Antioquia, muchas UNAD, muchas Universidad Digital de Antioquia, bien aprovechadas, bien financiadas y bien dirigidas, al servicio de la comunidad y de la producción y el bienestar de Colombia.

Si de invertir en educación se trata, mención aparte merece la financiación de la educación desde el vientre materno, en la primera infancia y en las escuelas primaria y secundaria (con maestros por vocación y saberes significativos, dotación física, tecnológica y alimentaria, adecuadas), espacios estos donde se fundamentan la formación física y cerebral, la competencia lingüística, la capacidad cognitiva, la sensibilidad, el afecto, los valores, la formación estética y una clara visión de país y del mundo.

¿Falta invertir en educación?, dígalo usted, amigo lector.