Por:  IVÁN  ECHEVERRI  VALENCIA

La vida nos ha cambiado  y  nos seguirá cambiando no solo a los colombianos sino también a todos los ciudadanos del mundo. Habrá un antes y un después de la pandemia denominado coronavirus que hoy nos tiene  acorralados, anímicamente disminuidos .y  bastante apesadumbrados.

Nunca antes habíamos vivido semejante emergencia sanitaria, menos nuestra generación. Este virus nos ha puesto en jaque, especialmente a la ciencia médica y a los científicos, a los que tiene trabajando a marchas forzadas, buscando descubrir una vacuna que impida su propagación masiva y acelerada. Sin esta vacuna y medicamentos adecuados, seguirá el colapso en todos los sistemas de salud, tanto de países pobres como en los más desarrollados.

China, Italia, España, Alemania, Reino Unido, Canadá  y Estados Unidos están siendo golpeados duramente con la cantidad de infestados y de muertos, constituyéndose en una verdadera paradoja, que en lugares donde la medicina, la ciencia y la tecnología son  las más avanzadas, los cogió de manera sorpresiva y sin forma de combatirlo  a sabiendas que los primeros brotes se conocieron desde el mes de noviembre de 2019.

Observar las principales ciudades del mundo completamente desoladas, como en una película de ciencia ficción, espanta, da miedo y a la vez una tristeza profunda

En muchos países y ciudades no funciona la industria y el comercio y si lo hacen es a media máquina, es decir, las actividades económicas y financieras comienzan a resentirse. Escuelas, colegios, universidades, centros de diversión y recreación, lugares de cultos, se encuentran cerrados; calles y parques que antes se caracterizaban por el bullicio y la movilidad, hoy,  cunde  la soledad y el miedo.

La realidad está superando la imaginación, grandes urbes del mundo se han convertido en  ciudades sin alma y sin corazón, muy distintas a como nos tenían acostumbrados a disfrutarlas con toda su vitalidad, con su cultura e innovación y, el deambular de millones personas y de vehículos por todos lados, nos mostraban la magia de su multicolor encanto.

El virus nos aterrizó en un abrir y cerrar de ojos, nos está  enseñando lo frágiles que somos; también nos está demostrando la miseria en que viven millones de seres humanos ante la indiferencia de un capitalismo salvaje y depredador.

Nos hemos dado cuenta que todo lo que tenemos hoy, quizás mañana no lo tengamos o no nos sirva para nada; que el egoísmo y la avaricia por acumular riquezas  puede ser inútil  para obviar tragedias o una pandemia como la que nos agobia.

El coronavirus-VID19 aún perdurará por mucho tiempo dejando una estela de estragos en todos los sentidos para lo que  se necesitará mucha creatividad, desprendimiento, solidaridad, equidad  y todas las capacidades para reponernos de tan duro tropiezo…

Colombia, no es la excepción, el confinamiento y el aislarnos  de nuestros  vecinos, amigos y familiares ha sido un duro golpe difícil de asimilar,  dada nuestra idiosincrasia de ser personas muy afectuosas, cariñosas, amigueras, colaboradores,  solidarios. y  dicharacheros.

El encierro obligatorio para un paisa, de no poder abrazar, ni besar al momento de saludar se convierte en toda una tortura china, peor que el mismo virus que nos importaron. Más de uno nos sentimos como pájaro enjaulado, buscando que hacer, pensando en las limitaciones en que nos puso ese desgraciado virus, que atenta contra nuestra salud y las costumbres más arraigadas de ser unos obstinados trabajadores, andariegos, rebuscadores, emprendedores y negociantes  en búsqueda del progreso del país, de su sustento diario y el de su familia. El confinamiento para un antioqueño de muchas agallas se constituye en una real “casa por cárcel” difícil de asimilar.

En fin, nos tenemos que acostumbrar  y por mucho tiempo que la vida no va hacer igual en cuanto a costumbres, relacionamiento y en la misma forma de trabajar, que el reacomodamiento del mundo va a necesitar tiempo y del cual no estamos exentos,

A Colombia, nuevamente la sacará adelante la paz y la capacidad de sus gentes que ante la adversidad se crece y saca sus mejores virtudes para reinventarnos.