Por: Balmore González Mira

El deseo de conocer Cuba, de lo que es mito o realidad sobre lo que hemos leído o escuchado desde su transformación, cuando se dio el triunfo de Fidel Castro y su revolución sobre el gobierno, también dictatorial, del militar Fulgencio Batista en 1959 a hoy, solo se logra desde el mismo momento en que desaparece el mar y ves con tus propios ojos las tierras de la isla. No me detendré en detalles de la historia, conocida o desconocida, sino de lo que realmente vi y viví en este paraíso terrenal de América.

Por la ventanilla del avión aparecieron las primeras imágenes, un mar azul claro que contrastaba con otro azul profundo, que parecieran ser diferentes, pero es el mismo mar, y a pocos metros uno aguamarina que invita al visitante a sumergirse en su frescura natural, del mismo mar;  al divisar tierra, en mi mente estaban los extensos sembrados de caña de azúcar que  jamás aparecieron en el recorrido aéreo y mucho menos en el terrestre, más tarde averigüe por ellos y una guía turística e historiadora, absolutamente amable,  que nos acompañó un día completo, me contó que la falta de mantenimiento de los equipos y la ausencia de tecnificación y tecnología hicieron que estos desaparecieran y hoy solo queda la escasa azúcar para entregar en pequeñas porciones mensuales a los habitantes de la isla, por parte del estado, en una lista mensual de mercado por persona que realmente entristece al conocer su contenido, 7 libras de arroz, 5 huevos, 2 libras de azúcar blanca y una de morena, un kilo de frijol,  una bolsa de leche en polvo, un frasquito de aceite y carne de cerdo de vez en cuando. La carne de res es aún más escasa y costosa y es que cuando empiezas a recorrer en bus el trayecto de La Habana a Varadero, miras las tierras improductivas y sin sembrados, unas pocas reses pastando, dónde cómo atinó a decir alguien en el viaje, “hasta las vacas de la revolución en Cuba, aguantan hambre”.

El aeropuerto José Martí, en homenaje a este inspirador de la revolución, ubicado en unas tierras espectacularmente hermosas, recibe a los visitantes con una ausencia de tecnología, la misma que el estado no ha instalado y no permite que un operador privado lo haga;  entrar a sus instalaciones es trasladarse a los aeropuertos del siglo pasado, dónde la operación manual hacía los ingresos y egresos mucho más lentos y dispendiosos; la aburrida faena en inmigración, a la cual se le cayó el sistema de internet por un rato,  contrasta inmediatamente con la amabilidad de los empleados que te reciben con una sonrisa y un saludo caribeños, dónde ellos saben que llegan los turistas a dejar dólares o Euros, que mejoran sus condiciones económicas personales y familiares para salir de la miseria en que muchos viven. A pesar de 3 horas previas en el aeropuerto de Rionegro, más el vuelo de otras tres, más 2 horas en el aeropuerto  de la Habana y no encontrar nada para comer en este terminal aéreo, nos dispusimos a viajar a Varadero en un interminable recorrido de 5 horas en guagua (hoy buses modernos con aire acondicionado), con una parada en el camino y comprar un pan con salchichón que en Colombia puede costar tres mil pesos, allá costó $21.000 para mitigar un poco el hambre. O comprar piña colada en una cantidad de menos de 100 ml por otros 5 dólares. Llegar a Varadero cambió los semblantes de los visitantes que soportábamos 13 horas de viaje. No sin antes pasar por varias poblaciones, de las cuales resalto a Matanzas, como un verdadero centro de apología a la revolución, vallas, fotos y frases, harían creer al desprevenido que la mejor hora de los cubanos pasa por ese meridiano.

Varadero es un paraíso,  sus playas, paisaje y atención de sus habitantes son excepcionales; turistas de todo el mundo lo visitan, canadienses los más, pero también europeos, americanos y asiáticos estaban en ella. Su complejo hotelero es maravilloso y sus lugares paradisíacos.

Ya en la Habana, el recorrido por estas localidades deja varias sensaciones, una llena de historia, otra de tristeza y una más de olor a miseria total. Los viejos que habitaron antes de la revolución nos decían que Cuba antes era mejor, había comida y dinero suficientes para las familias, los que nacieron con la revolución, algunos la defienden diciendo que quieren resaltar lo bueno y otros más  jóvenes, vendedores en el gran centro de artesanías del estado, como todo en Cuba, con lo que apenas sí sobreviven, nos expresaron claramente su descontento que resumo en esta frase: “¿colombianos? ¡No vayan a dejar que a su país lo conviertan como al de nosotros!” Otro sentenció: “En Cuba hace falta de todo”. Y es que del lugar donde nos hospedamos en la Habana, llamado el vedado, dónde están todas las embajadas y residencias de los pudientes, como dicen ellos, a la Habana del centro y a la Habana antigua,  hay una diferencia de la tierra al cielo.

Conocimos en un extenso y detallado recorrido las calles y lugares de la Habana, uno de los sitios más frecuentados por los aborígenes es el malecón de la ciudad, allí no hay nada para comprar, ni para hacer, diferente a pescar con vara, caminar o enamorarse de su pareja mirando al mar.

Hay comunicaciones por celular pero hay demasiadas restricciones, Google es casi prohibido, y otras redes allá son desconocidas, hay poco acceso al internet y los turistas los reciben por parte de los hoteles para ser solo utilizado por tiempo dentro de sus instalaciones. La modernidad no ha llegado y si el mundo no clama por la libertad de los cubanos, esta se va a demorar.

Es bello ver el desfile de autos antiguos por todo el país, unos vetustos y otros bien arreglados, que evocan los años 30, 40 y 50, en lo que denominan ellos el museo automotriz andante más grande del mundo y orgullo de los cubanos; contrastan  la belleza del capitolio y otras hermosuras arquitectónicas con casas y edificaciones derruidas, unas por el mar y otras por la desidia e incapacidad del estado y otras más por la pobreza absoluta de sus habitantes, estos mismos que imploran limosnas que van desde sus devaluados pesos, alguna moneda extranjera, ropa, crema dental, jabón, un chocolate o algo para hijos y nietos que piden esos seres que guardan en sus rostros la imagen completa de la necesidad, el hambre, la resignación, la amargura y la desesperanza, pero que a la vez son amables, pacíficos y conscientes de que vale más un dólar que les dé un visitante, que lo que les provee el estado, el mismo que los llevó a la ruina.

Disfrutan de dos tradiciones, el Ron Cubano y los Habanos, que son tabacos, y patrimonio de sus pueblos, el mojito inmortalizado por Ernest Hemingway y el Son musical que los identifica entre la alegría y la tristeza.

¡Cuba Libre!  Es un slogan escrito en paredes, pero solo pareciera que allí existe para los cercanos al gobierno de la revolución.  El mundo debería unirse en el clamor de una Cuba libre para todos.

Obtener Outlook para Android

 

 

________________________________________________________________________________________________________________________________________________

OTRAS COLUMNAS DE OPINIÓN



………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

 INVERTIR EN DIGNIDAD

https://www.periodicoelcorreo.co/opinion/aprender-ingles-antes-de-los-15-anos-de-edad/
“POR LA GRANDEZA DE NUESTROS MUNICIPIOS Y LA DIGNIDAD ANTIOQUEÑA, ES EL MOMENTO DE VOLVER A PENSAR EN GRANDE”